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Aspiracionismo o superación humana

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

Emilio Coral escribió en su ensayo titulado: La clase media mexicana: entre la tradición, la izquierda, el consumismo y la influencia cultural de Estados Unidos (1940-1970):

“Las tres primeras décadas del siglo XX fueron años de turbulencia política y económica en México. El país vivió la deposición del porfiriato y la Revolución, el conflicto cristero en la segunda mitad de los años veinte y, más tarde, a partir de 1929, la crisis económica mundial. En los años treinta, el Estado mexicano hubo de instrumentar políticas de cambio que culminaron con las profundas reformas económicas y políticas emprendidas por Lázaro Cárdenas, entre 1934 y 1940. Tales reformas fueron definidas por una retórica radical que frecuentemente alarmaba a las élites nacionales e internacionales. Muchos de los integrantes de las clases medias se escandalizaron por el discurso socialista que el Estado solía utilizar y consideraban que la familia y las tradiciones religiosas mexicanas estaban en juego”.

La traición de Vicente Fox (el peor presidente de la historia de México) a los mexicanos en el año 2000, donde la omisión fue lo más notorio de su gobierno, causó un enorme descrédito al servicio público en su conjunto, la crisis de incredulidad y liderazgos se agudizó; cualquiera, por frívolo, ignorante y corrupto que fuera, podía ser presidente, empezando por Fox. Nunca cambió el régimen ni el gobierno, siempre fueron lo mismo, ahora es cínicamente público y hasta impúdico.

Se traía arrastrando, 20 años antes de Fox, el fenómeno social de las migraciones a las grandes ciudades y a Estados Unidos, ambas por el común denominador de la oferta laboral y académica y por la ausencia en sus lugares de origen. La clase media ya radicada en las urbes, se potenció con la llegada de gente de todo el país. Algunos fueron hacía abajo y otros para arriba, pero la intención económica era el objetivo primordial, no el crecimiento humano, sólo la aspiración de tener, no del ser.

El crecimiento volátil de la inseguridad, por la ausencia de Estado mexicano en el periodo neoliberal, coincidió con el incremento de las fortunas de unos cuantos empresarios, la corrupción latente y la impunidad rampante por el robo del presupuesto público hizo que esa clase media comenzara una debacle económica, pero también una influencia y obsesión casi patológica por la ostentación, seguramente influenciada por sociedades donde el consumismo devoró a parte de la sociedad mexicana.

Incluso, la absurda estigmatización del color de piel o el origen étnico es un factor de discriminación racial, también separada por aquellos que creen ser de la “pequeña burguesía” o conocidos también como los “nuevos ricos” a costa de lo que sea, sin pudor, dinero ilegítimo (wannabe, como se conoce en todo el mundo).

De manera graciosa, algunos usan apellidos que modifican con guiones medios para hacerlos compuestos. La intención, enaltecer un fantasioso linaje de sangre azul aristócrata: aspiracionismo puro.

Esta opinión sociológica requiere un espacio más amplio, pero puede ayudar a interpretar lo que ha significado el término “aspiracionista”.

Hay que aclarar: una cosa es la legítima aspiración de superarnos como lo hemos hecho millones en este país, que hemos podido estudiar, ser profesionistas e incluso académicos y trabajado de manera incansable desde muy jóvenes y, por otro, ser aspiracionista, que es el que considera pertenecer a otro estatus socioeconómico, cuando su origen es popular, es un fenómeno de sentido de pertenencia, incluso con casos de aporofobia, que es el odio o repulsión a la pobreza, sobre todo si el origen del actor es ése precisamente. Seamos maduros, fraternos, menos individualistas. Que la prioridad sea siempre el bien colectivo.

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