Unidad para libertad y democracia

Ricardo Pascoe Pierce En el filo
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México ha llorado demasiado. Por su pasado y, ahora, por su presente. En 2018 votó mayoritariamente por la promesa transformadora de López Obrador, sólo para decepcionarse en escasos dos años. Eligió un gobernante merolico, ineficaz, peleonero, mentiroso. Y, encima de todo, con ínfulas de autoritario, predicador, impositivo, polarizante, que espía a sus opositores para luego decir que no lo hace.

Una de las sorpresas para la ciudadanía ha sido que son pocos los opositores que han dado el paso adelante para decir: ofrezco una alternativa democrática, eficaz, honesta, unificadora. La oposición, en general, ha sido titubeante, mostrando un complejo de inferioridad sorprendente. El dedo flamígero del poder los ha intimidado.

El poder ejercido autoritariamente casi siempre logra imponerse. Hace sentir débiles a los opositores. También intimida para ocultar sus propias maquinaciones. En particular, y en esta época, hace todo para ocultar su intención de imponerse en las elecciones del próximo año utilizando todos los recursos del Estado mexicano, tanto presupuestarios como humanos y políticos para fortalecer a su partido y ganar el “carro completo” de antaño. Imponerse por las vías necesarias es parte de la añeja cultura política del gobernante.

Está convencido de que ganará las elecciones y desde ahora hace alarde del hecho. ¿Cuál es el origen de su confianza? Viene del hecho de que la Cámara de Diputados le dio acceso libre al presupuesto del próximo año, sin cortapisas, sin fiscalizaciones incómodas, sin un IFAI molesto e intrusivo. Y tiene un ejército electoral de más de 20 mil Servidores de la Nación adiestrados como acarreadores del voto para el 6 de junio de 2021. Está fríamente calculado.

Esto ha sido posible por la existencia de una Cámara de Diputados compuesta por una mayoría de levantadedos. Sí; levantadedos como los de antes, nada más que lo son de ahora, de los “renovadores”, de los “transformadores”. Una Cámara de Diputados que, con sus prácticas de sumisión humillante ante su líder, es prueba fehaciente de que todo cambió para que nada cambiara.

Empresarios y opositores titubean ante estos hechos cuando ven venir la guillotina del SAT, la UIF y la FGR. Cunde el temor: si has hecho algo indebido seguro te lo cargarán; si te atrasaste, te lo cobrarán, y si no has hecho nada, puedes caer en el descrédito público de todas maneras. Hoy el Estado es usado como un instrumento de terror, no un elemento de compañía para un pueblo que sufre por la pandemia, la recesión económica y la presencia del crimen organizado en todo el territorio nacional.

¿Qué hacer? Es necesario ganar la mayoría opositora en la Cámara de Diputados para hacer las veces de contrapeso al Poder Ejecutivo. Ese logro permitirá construir un Estado solidario, no represor. Un Estado eficiente, no uno marcado por funcionarios ignorantes, pero voraces en su afán de enriquecerse. Un Estado con una institucionalidad democrática sólida, no un órgano de individuos ciegamente leales a los mandatos verbales de un líder mesiánico. Un Estado con un programa de gobierno público, no uno que vive de las ocurrencias del día. Un Estado que antepone los intereses de todos cuando aprueba el presupuesto, no sólo los de sus partidarios y amigos. Un Estado que una, no que polarice y confronte. ¿Es mucho pedir?

Lograr todo lo anterior exige que los partidos opositores se sacudan, abran los ojos y se decidan unirse en torno a las causas que une al pueblo, dejando de lado sus preferencias ideológicas, sus querellas internas y sus pleitos políticos de antaño.

  • ¿Quieren evitar que México caiga en un autoritarismo pagado con sus impuestos? Únanse ya. Si quieren que el país deje de llorar sus penas, tomen la decisión de dar el paso decisivo hacia la unidad, hacia un país diferente. La encrucijada es clara y las responsabilidades de todos están puestas sobre la mesa.

 

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