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Dos encrucijadas: México y Venezuela

Ricardo Pascoe Pierce

Ricardo Pascoe Pierce

En el filo

 

Venezuela y México parecen estar tomando caminos distintos, en lo que se refiere a sus oposiciones ante dos gobiernos populistas con ascendente autoritario y una propensión al uso de instrumentos del Estado para aplastar a la oposición.

La oposición venezolana siempre ha estado severamente dividida, tanto políticamente como en cuestiones tácticas. Su primer error fue no participar en las primeras elecciones después de que Chávez asumiera el poder en 1999. Ese error significó que la oposición perdió el control del Legislativo durante años, y abrió las compuertas a la dictadura actual que gobierna el país. Ahora que se acercan elecciones legislativas el 6 de diciembre, sus diferencias afloran más profundamente que nunca.

Una parte de la oposición, la que acompaña a Juan Guaidó como Presidente legítimo reconocido por Estados Unidos, la Unión Europea y otras naciones, considera que las elecciones no serán ni justas ni libres. Su planteamiento es no participar en las elecciones de diciembre, y prolongar el periodo de la actual legislatura, aunque no existan bases legales para justificar su posición. El problema es que la popularidad de Guaidó bajó de 61% en 2019 a 26% en la actualidad. Claro, a Maduro le va igual: 13% en la actualidad.

Otra parte de la oposición, aglutinando alrededor de Henrique Capriles, está negociando con el gobierno de Maduro condiciones para emparejar un poco la cancha de competencia. Ha logrado la liberación de algunos presos políticos, no todos por cierto, y el permiso para la participación de otros partidos en las elecciones. Sin embargo, corre el riesgo de parecer como un comodín en el intento del gobierno de Maduro por parecer “democrático” ante los ojos de la comunidad internacional.

Las cosas no han ido tan lejos en México, pero esas discusiones sobre participar, o no, en elecciones para legitimar un gobierno autoritario disfrazado con traje democrático es una posibilidad. Todo indica que el gobierno de López Obrador está preparando una elección de Estado, con el uso de recursos estatales ilimitados a través de los Servidores de la Nación organizados en un ejército electoral federal y dirigido directamente desde la Presidencia de la República.

Si Morena gana una elección de Estado será la mecha que inicie un conflicto en torno al futuro de México, por sostener instituciones democráticas o facilitar la deriva autoritaria. Dentro de la oposición ciudadana, donde la opinión mayoritaria hoy parece favorecer la participación en las elecciones. Sin embargo existen barruntos abstencionistas reales y contables.

Acuérdense de los intelectuales que llamaron a la abstención en las elecciones intermedias de 2009. Este llamado fue uno de varios factores que permitieron que el PRI obtuviera un bloque mayoritario que abrió el camino al gobierno nefasto de Peña Nieto quien, a su vez, abrió el camino a López Obrador.

El abstencionismo se justifica sólo en circunstancias excepcionales. No se debe olvidar reglas básicas en estas circunstancias. Primero, y por encima de todo, se debe cuidar y fomentar la unidad de acción de toda la oposición. En segundo lugar, se debe utilizar todas las formas y tácticas de lucha democráticas permisibles dentro del marco de la ley.

Por último, es indispensable que se defienda, por encima de todo, una plataforma de exigencias de conductas democráticas que debe observar el gobernante y que éste debe rendirse ante esas exigencias. Los intereses del gobernante nunca pueden estar por encima de los derechos del resto de la nación. 

 

 

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