Los fallecidos por la pandemia

Raymundo Canales de la Fuente
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La actualización de las cifras de la pandemia en México ha sido en tiempo real y con un mínimo de características que nos permiten extraer algunas conclusiones.

En primer lugar, debemos mencionar que el virus no se está comportando de la manera que los científicos previeron al inicio; por ejemplo, el clima ha sido un factor que no interfiere con la transmisión de la enfermedad, y tampoco se está comportando de acuerdo con las curvas epidémicas clásicas.

El “método” del microorganismo parece ser, infectar a muchas personas (más de las que se pueden calcular en el mundo) sin consecuencias graves, y sólo una pequeña proporción presenta complicaciones serias que, ocasionalmente, las conduce a perder la vida.

Sigue siendo un virus poco letal, pero al infectar a millones, las cifras de personas que pierden la vida se acumulan de forma inusitada. Tampoco parece que existan otras formas de contagio más que las pequeñas gotas de las vías respiratorias de quien la padece, que al ser expulsadas violentamente con la tos o el estornudo, se dispersan alcanzando a quienes permanecen cerca.

Ahora, el conocimiento científico ha establecido de forma clara que el uso de máscaras que cubran nariz y boca son eficientes para limitar el número de contagios, pero de ninguna manera son absolutamente eficaces, y frente al escenario de que el país no puede continuar confinado, sólo nos quedan las medidas de higiene básica como el lavado de manos y aconsejar el uso de las citadas mascarillas.

No existe ninguna otra salida razonable. La medida en política pública de regionalizar para circunscribir en la medida de lo posible las poblaciones o demarcaciones con mayor número de casos demostrados, es otra de las respuestas que quizá permitan abonar al escaso control de la epidemia que podemos ejercer en una sociedad como la nuestra.

Me siguen sorprendiendo la cantidad de “opinólogos” que afirman que con saber sumar y restar basta para entender un fenómeno tan complejo como el que estamos atestiguando. No hay ninguna forma simple de lidiar con una infección por completo desconocida y para la que al paso de los meses la humanidad entera ha sido incapaz de encontrar algún medicamento realmente útil.

Después de tantos meses nos seguimos viendo inermes, como especie humana, frente a un virus que no tenemos forma de combatir. Por supuesto debemos poner énfasis en el cuidado de quienes son más vulnerables a la complicación, pero hasta el momento sigue siendo vigente la frase del epidemiólogo sueco que dijo que la infección corre como incendio en el bosque y, que al final, se infectarán todos los susceptibles, y por desgracia van a morir una buena parte de quienes tienen condiciones para ese triste desenlace.

Ojalá contemos pronto con algún tratamiento o alguna vacuna eficaces. Los fallecimientos no son culpa de la autoridad sanitaria, son culpa del virus.

 

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