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Emergencia en salud

Raymundo Canales de la Fuente

Raymundo Canales de la Fuente

 

Recientemente, el Instituto Nacional de Salud Pública comunicó cifras de un corte hecho en 2016, respecto de la salud y la nutrición, y debo mencionar que se reportan datos alarmantes y que, francamente, mueven a la rabia e indignación.

Un millón y medio de niños se reportan con medidas de crecimiento y desarrollo que reflejan desnutrición. Un millón y medio de niños y niñas menores de cinco años que no tienen qué comer… no puedo imaginar algo más doloroso, ¿qué podrían hacer un padre o madre sin empleo o con ingresos miserables viendo a su hijo llorar por hambre?, ¿qué se imagina usted, estimable lector?, ¿de qué es capaz?, ¿podrá recurrir a la violencia o al crimen? Por supuesto, esta enorme masa de menores se concentra en los estados del sur, con los raquíticos índices de desarrollo que los caracterizan.

Al enterarme, me surge naturalmente la pregunta respecto a un personaje que gobierna Chiapas y que, aunque va a ocupar un cargo de senador de la República, lo seguirá gobernando. ¿No le da vergüenza?... Parece que no.

Históricamente, México se ufanaba de cifras muy elevadas de cobertura de vacunación; en las cifras del reporte se aprecia cobertura del esquema completo para solamente un 54% de los menores. ¿Qué pasó con aquellas coberturas de más del 90%? ¿Qué cambió en los últimos años?

La respuesta es muy simple, le quitaron los recursos al programa de vacunación; y no hay que ser genio para suponer que exactamente esos niños y niñas desnutridos son los que menos vacunas tienen. El Estado, simplemente, se ha dedicado a abandonar a la población más vulnerable y desprotegida, los niños y niñas en pobreza.

Con ese panorama (del cual no parece arrepentirse la administración saliente) estamos en riesgo inminente de alguna crisis sanitaria grave.

Casi al mismo tiempo ocurrió un evento en la UNAM, donde los economistas, en conjunto con la Cepal, analizaron la distribución del ingreso a nivel nacional y presentaron cifras escalofriantes.

Los cuatro personajes en el país con el mayor ingreso concentran una cifra equivalente al 7% del PIB, y los diez con mayores ingresos tienen percepciones equivalentes a lo que ganan 60 millones de mexicanos.

Ahí está la explicación; los últimos gobiernos federales, paulatinamente, han permitido que los hombres y mujeres más ricos del país se queden con una mayor proporción del dinero. Así de sencillo. Así de simple.

Y como los políticos encumbrados y los dueños de los capitales se mueven, viajan y se desplazan por todo el país, custodiados como si fueran monarcas, tampoco les preocupa que toda la enorme masa de gente en condiciones de pobreza esté expuesta a las balas de las bandas criminales, al hambre, a las enfermedades, y a la marginación más absoluta.

Por eso, también les parece escandaloso que el Presidente electo no quiera esos cuerpos de seguridad... tiene que ajustarse a las reglas de esta nueva monarquía mexicana.

Simultáneamente, la obesidad y el sobrepeso no han podido ser controlados, a pesar de la estrategia articulada por el gobierno federal que, curiosamente, está defendiendo frente a la Corte el lamentable etiquetado de los alimentos procesados, para que no se muestre el exceso de calorías.

Claramente hemos tenido gobiernos a favor de los industriales y en contra de la gran mayoría de la población. Nunca como hoy tiene sentido la frase de López Obrador del día de la elección: “Por el bien de todos, primero los pobres”. Ojalá ese principio se convierta en sustrato fundamental del siguiente gobierno.

 

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