Logo de Excélsior                                                        

Cerca, una cura para la diabetes

Raymundo Canales de la Fuente

Raymundo Canales de la Fuente

Existen, grosso modo, dos tipos de la enfermedad llamada diabetes mellitus. La que aparece en la infancia es la tipo I, que es menos frecuente, y está causada por una deficiencia del organismo para producir una hormona llamada insulina, que permite la entrada de la glucosa en las células del organismo, dando como resultado una acumulación de dicho azúcar en la sangre del enfermo.

El tipo II es diferente, en virtud de que el organismo sí produce insulina, pero no en la cantidad que demanda el organismo del enfermo que habitualmente es obeso y necesitaría una cantidad extraordinaria. Ésta última es la más común y su control depende, en buena medida, de la disminución ponderal del paciente, que cuando lo consigue, parece deshacerse de la enfermedad. Para el primer caso, durante las últimas décadas se han ensayado diversos tratamientos.

Por supuesto, la tecnología ha contribuido ostensiblemente, hoy existen bombas de infusión continua de insulina con sensores de glucosa en sangre, es decir, se trata de versiones electrónicas de la función del páncreas, órgano encargado de la producción de la hormona. El páncreas tiene una doble función, por un lado, produce sustancias que ayudan a la digestión de los alimentos que se vierten en el intestino y, por otro, contiene un tejido llamado “islotes de Langerhans” encargado de la producción de insulina. Dicho tejido tiene también “sensores” biológicos capaces de detectar la cantidad de glucosa en sangre y secretar la cantidad adecuada de insulina para que el organismo la pueda procesar de la mejor forma. Desde hace muchos años, los científicos han pensado en la posibilidad de trasplantar islotes de Langerhans de una persona sana hacia quien vive con diabetes tipo I para que recobre su capacidad de producir insulina, sin mucho éxito debido al rechazo que se presenta en la persona receptora del trasplante. Hace unas semanas, la revista Nature publicó un trabajo firmado por un grupo de Stanford que consiguió hacer un trasplante exitoso en ratones utilizando una novedosa técnica. Antes del trasplante se sometió a los ratones a un tratamiento que permitió cambiar algunas de las células de su sistema inmune por células obtenidas de quien sería el donador de los islotes; de tal forma que, una vez realizado el trasplante, el organismo receptor no reaccionó frente al tejido trasplantado. El hallazgo es de suma importancia, porque brinda una esperanza, a corto plazo, para ensayar la técnica en seres humanos.

El éxito en animales de experimentación está francamente demostrado y puede convertirse en un tratamiento curativo para millones de personas que viven con diabetes tipo I. Debo señalar, además, que los ratones tratados presentan un sistema inmune quimérico, es decir, que sus células provienen de dos personas sin que exista problema y sin aparentes efectos a mediano plazo.

Por supuesto, se requiere un seguimiento cuidadoso de la evolución posterior de los animales antes de arrancar el primer ensayo en seres humanos, pero, al momento de la publicación, todo parecía permanecer en orden respecto a su salud.

Ejemplo evidente del progreso de la ciencia con un muy probable beneficio demostrable hacia las personas que, he de decir, no se hubiera podido obtener sin el uso de animales experimentales.

Ojalá algún día podamos ser testigos de un México accediendo a esos niveles de experimentación científica, con un presupuesto adecuado y sin los tabúes ni prejuicios habituales de nuestros lamentables políticos.

Comparte en Redes Sociales