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Un nuevo tratado, una nueva era

Raúl Contreras Bustamante

Raúl Contreras Bustamante

Corolario

Esta semana sucedió un evento político y comercial de gran importancia para el futuro desarrollo del país. En Palacio Nacional tuvo lugar la firma de un adendum que contiene modificaciones al Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Canadá y México, por parte de representantes de los tres países. Se trata de un hecho que parecía difícil de concretar, debido a las diversas circunstancias políticas que imperan en las tres latitudes.

Hace más de un año fue firmado el texto general del T-MEC, el cual sólo había sido ratificado por nuestro Senado. Su aprobación se había complicado dentro del Congreso estadunidense. Por la otra parte, Canadá declaró que lo ratificaría una vez que los estadunidenses lo hicieran.

Algunos especialistas consideran que las nuevas cláusulas convenidas fueron las condiciones impuestas por los representantes demócratas integrantes de ese Congreso, quienes no quisieron quedarse sin logros antes de su aprobación, sobre todo en vistas del proceso electoral del año próximo.

Y es que no hay que perder de vista que se celebrarán elecciones en los 435 distritos electorales que integran la totalidad de los Estados de la Unión Americana para renovar la Cámara de representantes.

Desde el distanciamiento comercial con China, México pasó a ser el primer socio comercial de EU. Prueba de ello es que tan sólo en enero y febrero de este año el intercambio entre nuestros países ascendió a 97 mil 418 millones de dólares.

La importancia del comercio entre ambas naciones también se ve reflejada en las economías de cada uno de los Estados de la Unión Americana. Con las entidades fronterizas de California, Arizona, Nuevo México y Texas, México es el socio comercial número uno; y en casi la totalidad restante nuestro país está en los primerísimos lugares de preponderancia mercantil.

De aprobarse el Tratado, el partido demócrata tendría, durante las campañas distritales, la posibilidad de presumir sus logros bajo el argumento de que se buscó  beneficiar las economías de sus electores y patrocinadores, pues es ahí donde se generarán las fuentes de empleo y los votos que tanto buscan.

También los republicanos podrán presumir la suscripción del Tratado como parte de una de las victorias de Trump, quien pasó de ser el enemigo del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, a convertirse en el más activo impulsor del nuevo acuerdo.

Diversos analistas se han manifestado inconformes por la forma en que se llevaron  las últimas negociaciones del proceso modificatorio, bajo argumentos de que carecieron de transparencia y sin la participación del sector empresarial que sí formó parte de las mesas de trabajo iniciales del Tratado.

El Senado de la República aprobó de forma inmediata las modificaciones concertadas al Tratado para intentar generar una inercia política que presione para que se realicen las correspondientes ratificaciones en los órganos parlamentarios de nuestros otros dos socios.

El T-MEC representará para México –como también para los otros dos países– un tratado comercial importantísimo. De su éxito dependerá la creación de miles de nuevas fuentes de trabajo y la llegada de miles de millones de dólares de inversión que impulsarán, en gran medida, el crecimiento de nuestra zona comercial, para convertirla en la más poderosa del mundo. En síntesis, representa un bálsamo milagroso para reanimar la economía nacional.

Como Corolario, la frase del inefable Talleyrand: “En materia de negocios, nada hay efectivo mientras no estén terminados”.

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