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Una experiencia inolvidable

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

OXFORD, Reino Unido.— La Universidad de Oxford es una universidad pública de investigación ubicada en Oxford, Inglaterra, Reino Unido. Sin conocerse la fecha exacta de su fundación, hay evidencias de su existencia desde 1096, lo que la convierte en la segunda universidad más antigua del mundo y la primera del mundo angloparlante.

La universidad creció rápidamente desde 1167 cuando Enrique II de Inglaterra prohibió que los estudiantes ingleses asistieran a la Universidad de París. La historia e influencia de la Universidad de Oxford la han convertido en una de las más prestigiosas del mundo. Ha educado muchos alumnos destacados, incluyendo 29 galardonados con el Premio Nobel, 47 primeros ministros de Reino Unido e innumerables jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo; tres Medallas Fields y seis ganadores del Premio Turing han estudiado, trabajado o colaborado con la Universidad de Oxford. Sus alumnos han logrado 160 medallas olímpicas.

Confieso que he vivido, diría como el poeta, porque tuve una buena educación en casa, en la escuela y en mi UNAM, que agradezco a mis padres y maestros; ya como médico, lo que aprendí aquí y allá me permitió conocer muchas ciudades del país para abrir, en los hospitales del IMSS, Unidades de Terapia Intensiva como las de Francia, y cuando dediqué mi esfuerzo para ofrecer el mejor tratamiento a los enfermos con gran obesidad, conocí colegas de todo el territorio nacional y de muchas otras naciones; tuve la fortuna de visitar 25 países en los que se han celebrado los congresos de esta especialidad.

Pero no puedo negar que cuando el organizador del Congreso Mundial del International Bariatric Club Haris Khwaja me invitó a Oxford para asistir y dictar una conferencia en esa universidad, me dio un gran gusto. Y aquí vinimos, Alicia y yo, a esta increíble universidad de donde han surgido muchos de los adelantos científicos y tecnológicos que han cambiado el mundo. Estar en este bellísimo lugar, disfrutar el elegante entorno, los salones y bibliotecas, brindar con colegas de 71 países y compartir sus avances e innovaciones quirúrgicas, ha sido, ciertamente, una experiencia inolvidable.

Soy mexicano y desde siempre he visto y vivido los esfuerzos de nuestros maestros y funcionarios para mejorar la educación a todos los niveles; desde las estancias infantiles, con las escuelas en las que participan las madres, las escuelas de tiempo completo, los colegios de Ciencias y Humanidades (CCH) creados por el doctor Guillermo Soberón, las universidades públicas y privadas de todo el país, los institutos de investigación, de ciencia y tecnología; el Centro de Investigación y Docencia Económica y tantos más, que buscan mejorar la preparación, la educación y la ciencia en todo el país, pero el gobierno de México se empeñó desde hace cuatro años en destruir todo sin razón y acusando, como siempre, a los gobiernos anteriores, lo que ha resultado en la destrucción de la educación en el país.

De poco han servido las reclamaciones y predicciones de daño a la educación de maestros, investigadores, expertos y aun las demandas de alumnos que ven frustrados sus deseos de mejorar académicamente. La ignorancia del señor Presidente y las designaciones en la SEP, el Conacyt y demás instituciones condenan a los mexicanos a la indigencia educativa.

Por eso desde este centro de la educación, investigación y cultura universal, alzo la voz para demandar que pare ya el ataque a la educación, millones de mexicanos tenemos el derecho de vivir en el siglo XXI y no volver al siglo XVIII.

Creo que sí se puede, tendremos que volver a plantear los objetivos de la educación a todas las edades, en todas las condiciones, para que cada mexicano pueda lograr sus proyectos de vida y bienestar. Educación digna para todos, ¡ya!

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