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La danza de las etiquetas

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

                Al maestro Miguel León-Portilla, cuya ausencia

                pesa hoy más que nunca.

 

Sonrisas, alegría, exclamaciones de júbilo entre los promotores de la nueva Norma Oficial Mexicana sobre el etiquetado de los alimentos, por fin lograron el cambio que acabará con la obesidad en México, el país entra en la modernidad; diputados y diputadas obesos, con camisetas “yo estoy del lado de la salud”, celebraron el acontecimiento.

Como usted sabe, estimado lector, por ley, los alimentos y bebidas deben tener información nutricional con el fin de que los compradores estén informados respecto a qué están comprando, qué contienen los productos que adquieren y así puedan tomar la mejor decisión.

Sin embargo, camisetas aparte, en la nota informativa que Morena dio a conocer a los medios señala: “En la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) de 2016 se encontró que 7.6 de la población desconoce cuántas calorías debe consumir un niño entre 10 y 12 años. Más del 90% de la población desconoce cuántas calorías debe consumir, dato necesario para el uso e interpretación de las etiquetas, pues al no establecer máximos o mínimos, los consumidores no tienen guías claras. El etiquetado no cumple con su propósito en tanto que no es utilizado para la elección de los alimentos, así que no contribuye a mantener una dieta balanceada”.

¿Así o más claro?, los mismos promotores del etiquetado confirman al celebrar la aprobación de la norma lo que yo he dicho una y otra vez: aunque los alimentos y bebidas tengan las leyendas más perfectas, si más del 90 por ciento de la población desconoce cuántas calorías debe consumir, incluso ignora qué es una caloría, el esfuerzo realizado es maravilloso en el papel, pero será totalmente inútil, como ya lo señalé con datos y cifras hace dos semanas en este mismo espacio.1

Pero estamos en un nuevo amanecer, y el loable intento de los expertos del Instituto Nacional de Salud Pública, la UNAM y otros, unido a los movimientos revanchistas de otros grupos, polarizaron las discusiones del etiquetado, porque fue una lucha entre los “buenos” que quieren la salud de los mexicanos y los “malos”, productores de alimentos y bebidas, que seguramente son neoliberales y siniestros, que quieren seguir medrando y dañando al pueblo bueno.

Como bien se sabe, en todo el mundo hay una creciente conciencia del problema de obesidad, diabetes y otras enfermedades, y las propias empresas productoras de bebidas y alimentos lo saben, prueba de ello son los cambios que han realizado en la formulación de los productos, así como otras acciones efectivas para mejorar la salud de la población: promoción del deporte y del ejercicio, campañas de educación en salud, programas en línea de educación, premios por eventos deportivos y otros.

Pero ya están los etiquetados y pronto los veremos en las tiendas; puedo apostar que muchos compradores alzarán las cejas al ver la etiqueta de su producto favorito que dice “Alto en grasas saturadas” ¿qué es una grasa saturada?, ¿de qué está saturada?, u otra compradora que vea que su producto favorito dice: “alto en calorías”, y piense ¿y si me como sólo la mitad, será mejor?; no, dígase lo que se diga, el empeño de mejorar la alimentación mexicana con las etiquetas es eso, un empeño, loable, pero inútil.

Pero, además, algunas de las etiquetas pueden causar problemas: una dice “contiene edulcorantes, evitar en menores de edad”; sabemos que los edulcorantes no tienen efectos metabólicos nocivos2 y como lo señalaron los expertos en diabetes, ¿qué se le podrá ofrecer a un niño con Diabetes Mellitus 1, si no alimentos con edulcorantes?

El asunto está en otro lado, y no me cansaré de repetirlo: mientras nuestros niños desconozcan qué es su cuerpo y no tengan educación para la salud en la escuela primaria, los problemas de nutrición seguirán sin resolverse. Bien por los investigadores, bien por los científicos, bien por los redactores de normas, pero la realidad monda y lironda es que, al igual que sucede con las etiquetas sobre el peligro del tabaco, el efecto real será mínimo.

Y como me escribió un amigo experto: “sal a la calle, ve los puestos de alimentos, carritos de fritangas, los anuncios de restaurantes y fondas, ‘coma lo que quiera por 120 pesos’ ¿se podrá acabar todo esto con un etiquetado?”. La danza de las etiquetas será eso, y nada más.

           1. Excélsior, 22/09/19.

                2. Codex Alimentarius, 2012.

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