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Jubilado ejemplar

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

 

La jubilación está hecha para vivir, no para morir.

K. Jones

 

Mi querido viejo: estoy seguro que tú, como yo y como millones de seres humanos que trabajamos y con nuestro trabajo logramos el bienestar y la tranquilidad de nuestras familias, valoramos, a medida que el tiempo pasa, la importancia de esa etapa de la vida que llamamos jubilación.

Como tal vez sabes, la palabra jubilación aparece en la Ley de Moisés, que señalaba que “la gente al cumplir 50 años se encargue de disfrutar con júbilo lo que ha conseguido”.

Pero el hecho es que, querido viejo, llega un día en el que tus compañeros entran a tu oficina y te dicen: ¿ya tienes tus documentos de jubilación? ¡Felicidades!; y tú sonríes más con los labios que con el corazón, porque dejar de trabajar en el sitio en el que has vivido muchos años no es algo fácil de aceptar.

¿Y ahora qué? De buenas a primeras nos encontramos con que tenemos mucho tiempo libre, que no estamos obligados a levantarnos a las 5 o 6 de la mañana, que podemos desayunar con calma leyendo el periódico... ¿y luego qué?

Te escribo esto, querido viejo porque hoy volví a ver a un amigo al que traté durante años en el gimnasio del Hospital Ángeles, don Román Cabañas, que trabajaba sin descanso, siempre de buen humor, hasta que se jubiló hace más de un año, y al verlo después de un año, le pregunté qué hacía y me dijo: “Estoy muy contento, vengo de vez en cuando y ayudo a algunos doctores con documentos o encargos, vivo con mi mamacita y mi familia, y la pasamos muy bien, me compré una bicicleta y hago ejercicio todos los días, y ya hice dos viajes en el interior para ver a mis parientes”.

Me admiró su optimismo y su alegría, y el deseo de seguir adelante ahora que ya se encuentra jubilado.

Quienes como mi amigo logran esto, querido viejo, tienen desde ahora asegurada la felicidad en los próximos años de la vida, y es posible que encuentren grandes satisfacciones ahora que pueden realizar proyectos que estuvieron guardados durante años mientras trabajaban.

Una de las mayores sabidurías del hombre es saber usar el tiempo, el tiempo que es corto cuando somos niños, jugamos horas y horas en la calle o en el jardín, y pensamos que es un instante, el tiempo se alarga cuando estamos en la oficina y esperamos la hora de la salida, pero el tiempo es largo, muy largo, cuando no tenemos un proyecto de vida y cuando después del desayuno vemos hacia adelante durante horas y horas en las que “no hay nada qué hacer”.

Y entonces es cuando surge la trampa para el jubilado, la falta de un proyecto de vida, que lamentablemente tienen miles de hombres y mujeres jubilados, hace que, frente a ese vacío existencial, no sepan cómo reaccionar y sufran inicialmente de aburrimiento y desconcierto debido a las horas muertas en las que nada ocurre, luego que esto avance a inseguridad y depresión, que no sólo afecta a la mente, sino al cuerpo entero, y que nos lleva a tener poco aseo y cuidado de la salud, indolencia ante lo que ocurre a nuestro entorno, y luego una profunda insatisfacción en el transcurso de la vida, que tiene muy malas consecuencias.

La jubilación debe ser jubilosa, llena de nuevas experiencias, de nuevos logros, de nuevas alegrías, felicitaciones, querido viejo, si vives así, y si conoces a un querido viejo que está ocioso, triste y deprimido, recuérdale lo que dijo aquel beisbolista inmortal Yogi Berra: “Esto no se acaba hasta que se acaba”.

Piensa en tu jubilación, que tu jubilación sea verdaderamente jubilosa.

 

  • * Médico y escritor

 

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