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Hablando se entiende la gente

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

 

Mi querido viejo: me da mucho gusto recibir más mensajes que de costumbre después de que hablé de los problemas que podemos tener debido a la pandemia, con nuestra familia, nuestros seres queridos e incluso con amigos y conocidos.

Los que saben de estas situaciones confirman que el confinamiento o aislamiento no es bueno para ningún animal, incluidos nosotros, y que las consecuencias de eso pueden ser múltiples, tanto físicas como mentales. Y es que quien está encerrado como nosotros, ¡ya van ocho meses!, puede sufrir aumento de peso o baja de peso, por comer mucho, a deshoras, por ansiedad o por no comer nada, rechazar los alimentos y tener poca actividad física.

Pero los problemas de ansiedad, enojo, desesperación, inseguridad, miedo, pueden ocasionar no sólo problemas personales, sino también de comunicación con los demás. Los casos que me han contado tienen en común disgustos o riñas, alejamiento físico, incluso dentro del hogar, llegando a la desesperación, la cual puede presagiar algo más grave, las cifras reportadas de agresiones o divorcios en esta pandemia lo confirman.

Debo decirte con claridad, estimado viejo, que ni soy sicólogo ni soy consejero matrimonial, soy un viejo como tú que quiere vivir bien estos años que la vida nos ha concedido, y si lo que escribo aquí es útil, tanto mejor, pero no deseches la ayuda que puedes encontrar con un especialista.

¿Por qué nos enojamos con nuestra pareja o con los hijos? Esa es la primera pregunta, pues tenemos que reconocer que el alejamiento social no comenzó con la pandemia, sino mucho antes, cuando en lugar de tener una conversación armónica para solucionar un diferendo, tú o tu pareja decidieron guardar silencio y dejar al otro con la palabra en la boca.

Como te digo, no soy sicólogo, pero dado que somos seres hablantes, debemos recordar que hablando se entiende la gente. La palabra es la fórmula ideal para enfrentar sanamente un problema o un disgusto. Es más, aunque no seas lector de la Biblia, recuerda que en Efesios 4:26 puedes leer “no se ponga el sol sobre vuestro enojo”, y luego añade algo interesante: “Airaos, pero no pequéis; que no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo”.

La costumbre de conversar todas las noches y terminar el día sin que haya enojo entre ustedes dos es la fórmula mágica para resolver los problemas, que si se callan, “se enconan”, como se dice, y después son más graves.

Nuevamente te comparto el consejo de que una sonrisa franca, auténtica, es la mejor manera de cambiar el ceño fruncido de quien está a disgusto, y estoy seguro que, si analizan la situación o el problema, siempre podrán resolver las diferencias antes de que se enconen y se hagan daño, y así podrán sobrellevar las latas de la pandemia y cada día será para ambos un día alegre y tranquilo.

 

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