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“Álzalas, querido viejo”

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

Los accidentes no son accidentales.

Sabiduría popular

 

Mi querido viejo: dice el refrán “cumple lo que predicas”, y lo recordé dolorosamente hace unos días, cuando acompañaba a Alicia a una caminata en el interior del conjunto donde vivimos y, de pronto, sin darme cuenta, tropecé y tuve una aparatosa caída, que afortunadamente no tuvo grandes consecuencias, pero que me tiene con un dolor en el pie que durará todavía varios días más; no cumplí lo que aquí he predicado.

“Los accidentes no son accidentales”, querido viejo, y como te relato en mi caso, un descuido al caminar ocurre todos los días en cientos, miles de personas de todo el mundo y cientos, miles de queridos viejos que sufren un accidente por los peligros y trampas que hay en la calle y en el hogar.

Ya hemos hablado de la importancia de caminar erguidos, con pasos amplios, enderezando las rodillas y observando el camino para no tropezar –como lo hice yo– con una pequeña banqueta, y eso me recordó la vieja frase que gritábamos cuando un compañerito de la escuela tropezaba por cualquier motivo: “Álzalas, amigo” porque debemos alzar bien los pies al caminar.

Pero recuerda que las caídas no son sólo en la calle, sino en casa, de hecho, los accidentes del hogar son mucho más frecuentes que los de la calle, por eso te invito a que hagas un inventario de peligros y trampas del hogar en el que vives para que puedas ir y venir sin temor de sufrir un desafortunado accidente.

Hay que identificar las zonas de peligro: una de las primeras es el baño y la regadera y si hay tina, la tina, también; deben existir agarraderas firmes para que no haya un resbalón inoportuno, incluso en el excusado; es necesario tener buena luz, incluso una pequeña luz o lamparita por si es preciso que te levantes en la noche sin tropezarte. Si en la casa hay escaleras, cada escalón debe estar firme y protegido con barandales seguros, fáciles de agarrar y hay que revisar los muebles porque si son viejos, pueden tener una pata rota y causar una caída cuando nos sentemos.

“Una onza de prevención es mejor que un kilo de curación”, dice el refrán; ¿cómo hacer esto?, la mejor manera es actuar como si fueras un inspector terriblemente minucioso que quiere encontrar peligros y trampas en cada centímetro de la casa.

Nunca será excesivo el cuidado de nuestra salud porque el sitio en el que vivimos deberá ser acogedor y libre de peligros y amenazas.

Y cuando salgamos de nuestra casa, debemos seguir atentos para que no haya quien nos grite: “Álzalas, querido viejo”.

Ahora que hablamos cada vez con más énfasis en el derecho de los viejos a vivir plenamente tantos años como sea posible, una manera de lograrlo será evitar los accidentes que pueden ocurrir en cualquier momento.

 

* Médico y escritor

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