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“¡Al diablo las instituciones!”

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

 

En septiembre de 2006, Andrés Manuel López Obrador exclamó: “Ya decidimos hacer a un lado esas instituciones caducas que no sirven para nada e impulsar la revolución de la conciencia para que el pueblo decida. ¡Que se vayan al diablo con sus instituciones! ¡Vamos a tener un gobierno de la República!”, repitió esa amenaza una y otra vez en los años siguientes; hoy está en Palacio Nacional.

Estamos a casi un año del inicio de su gestión, que llama la Cuarta Transformación, y vemos con claridad que no sólo transforma, sino también deforma y aniquila al gobierno y sus instituciones; y una de las instituciones que mandó al diablo desde el primer día es la verdad, fundamental en toda sociedad; porque miente a diario, miente de muchas formas, mandó y manda al diablo a la verdad.

Desde el primer día, el señor Presidente se ostenta como el único individuo puro y limpio, que con dedo flamígero condena todo lo ocurrido en los últimos sexenios; etiqueta a organismos, instituciones y personajes como corruptos causantes de todos los males del país, y éste es el “mantra” que usa sagazmente para eludir las realidades que le estallan en la cara todos los días; él no tiene la culpa de nada, fueron aquellos conservadores malos, neoliberales, corruptos y feos.

Y poco a poco manda al diablo a las instituciones creadas para lograr la civilidad y la democracia; como no puede borrar al Poder Legislativo, sus huestes se han encargado de obedecer sus mandatos y violar las leyes sin vergüenza alguna; para borrar el Poder Judicial, cambia y manipula a los integrantes, de modo que todos sean obedientes y obsecuentes con él.

Y al grito de ¡Al diablo las instituciones!, ataca al Inegi porque no le gusta que hable de crecimiento cero, ataca al Inai porque interroga a las secretarías sobre su desempeño, ataca a la CRE, poniendo a dóciles lacayos suyos, ineptos e incapaces, ataca a la CNH, la Cofece, el Inadem, el INEE, la Conabio, etcétera, y debido a su odio hacia la CNDH, violó las leyes, los reglamentos y el sentido común e impuso a rajatabla a la señora Piedra, lo que constituye la mayor violación a los derechos humanos y a la democracia nacional.

Sus baterías están ahora dirigidas al INE —que fue el organismo que certificó su victoria— y pretende que actúe como él quiere y nada más; en resumen, cumple la amenaza de destruir todas las instituciones democráticas como ocurre en otras latitudes, sobre todo en Latinoamérica.

Pero la destrucción también llegó a los organismos del gobierno; sin orden, sin un proyecto coherente, canceló organismos que funcionaban adecuadamente, Turismo, Pueblos Mágicos, estancias infantiles, apoyo a ancianos, Cisen, etcétera, y en diversas secretarías, como la de Salud, que yo conozco, tiene un proyecto que no se parece al de Dinamarca, sino a los de Cuba, Venezuela y Corea del Norte, disminuyó presupuestos, canceló el Seguro Popular, mutiló programas, expulsó profesionales, planea que haya “médicos descalzos” sin preparación, todo esto afecta gravemente a los mexicanos enfermos, con cáncer o enfermedades graves, que hoy sufren y mueren sin atención adecuada.

Pero, además, impulsó leyes que violan la Constitución y los derechos humanos, como la de Remuneraciones, que disminuye los derechos laborales, la de Extinción de Dominio, que permite la expropiación de bienes que se presumen de procedencia ilícita, la de la Guardia Nacional, la del Sistema Nacional de Seguridad y la del uso de la Fuerza Pública, un galimatías inútil que no sirve para nada, mientras la violencia e inseguridad son las más altas de la historia.

En suma, a casi un año de tomar posesión, el señor Presidente está cumpliendo al pie de la letra su amenaza de acabar con las instituciones que tanto trabajo costó crear y que son las que nos han permitido transitar sin sobresaltos, golpes de Estado o asonadas como las que hay en otras latitudes.

Urge recuperar la sensatez, exigir transparencia y resultados porque la dictadura asoma ya sus orejas, y me temo que si quienes amamos a México aceptamos todo esto, sufriremos las consecuencias de que el señor Presidente mande al diablo las instituciones, como un personaje de Vargas Llosa.

 

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