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La amenaza Delta

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

Por primera vez en 38 años, un equipo de la Universidad Estatal de Carolina del Norte acariciaba la posibilidad de ganar un campeonato nacional. El pasado 21 de junio, la escuadra de beisbol se había llevado el primero de una serie de tres partidos contra Vanderbilt. Sólo tenía que ganar uno más y estaría en la final de la Serie Mundial Colegial. Pero se había quedado incompleta por el descubrimiento de cuatro casos de covid.

“¿Qué hacemos?”, preguntó el manager Elliott Avent el viernes pasado, antes del inicio del segundo de la serie. “¿Jugamos así o perdemos por default?” La respuesta era obvia: los peloteros saltaron al campo. Y aunque perdieron 3-1 ese día, estaban suficientemente motivados para volver a intentarlo en el partido definitivo. Poco después llegó la mala noticia. La prueba de covid que se había aplicado a los 13 beisbolistas activos que le quedaban al equipo dio positivo en cuatro casos. Ya no habría juego de desempate.

La noticia, que decepcionó a jugadores y aficionados, tiene perpleja a la comunidad científica de Estados Unidos. Los 13 peloteros no sólo se habían adherido a los protocolos de salud, sino que tenían esquema completo de vacunación. ¿Cómo era posible que se contagiaran? La respuesta llegó vía una secuenciación genómica: la variante del coronavirus SARS-CoV-2 que atacó al equipo era Delta.

Como escribí aquí la semana pasada, esa variante –descubierta en India a fines de 2020– es hasta 60% más contagiosa que la Alfa –antes llamada británica–, que a su vez, es hasta 70% más transmisible que el coronavirus original.

Al momento de redactar estas líneas, Delta tenía presencia en al menos 92 países y era responsable de la quinta parte de los casos en EU, donde 66% de la población mayor de edad tiene al menos una dosis de la vacuna y 57%, esquema completo.

En México, el gobierno parece confiado en que la vacunación detendrá un nuevo brote de covid o al menos eso dice públicamente. Sin embargo, debe apuntarse que apenas 19.1 millones de mexicanos tenía esquema completo al 29 de junio.

No se ha hecho suficiente énfasis en ello, pero –como demuestra el caso de los beisbolistas colegiales– las personas vacunadas también pueden contagiarse, aunque no presenten síntomas o éstos sean menores, y a su vez, infectar a otras personas. Por eso es tan importante insistir en el uso del cubrebocas, incluso entre los ya vacunados.

El gobierno mexicano ha difundido la idea de que los contagios están creciendo nuevamente, pero no a un ritmo tan rápido como lo hicieron durante la segunda oleada de la enfermedad. No debemos suponer que ya con eso nos salvamos pues –como lo escribí la semana pasada– un caso del coronavirus original puede convertirse en 16 luego de tres rondas de propagación, pero uno de la variante Delta se vuelve 125. El crecimiento de contagios es, pues, geométrico y de un momento a otro podría inclinarse la curva si estamos ante casos de Delta. Por desgracia, eso no lo sabremos a tiempo porque en México sólo se hacen secuenciaciones genómicas testimoniales.

Habrá quien piense que la providencia nos ayudará a que eso no suceda, pero atenerse a ello es una equivocación. Delta ya entró por San Luis Potosí a principios de marzo, de la mano de ocho extranjeros que vinieron a dar un curso de capacitación en una empresa, y provocó una treintena de contagios. Afortunadamente, las autoridades estatales lograron contener ese brote, pero ¿qué tal que la próxima vez eso no resulta posible?

No podemos confiarnos en el hecho de que 15% de la población está vacunada. Debiera haber una campaña para reforzar las medidas de protección, incluido el uso del cubrebocas.

BUSCAPIÉS

La condena de 15 meses de cárcel al expresidente sudafricano Jacob Zuma, por negarse a comparecer ante investigadores en una pesquisa por posible peculado, demuestra dos cosas relevantes para nuestro país: la primera, que no se puede acabar con la corrupción mediante el simple voluntarismo, pues si el expresidente Nelson Mandela no logró convencer a sus sucesores por su ejemplo, difícilmente otro político del mundo podrá hacerlo; y la segunda, que no hace falta una consulta para proceder contra quien viola la ley, sea expresidente o no.

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