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Inútil

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

Por necesidades profesionales y personales, viajo mucho por avión. Y a pesar de que en los primeros meses de la pandemia se redujeron mis salidas, he ido retomando el ritmo.

Desde que el gobierno federal impuso hace casi ocho meses el llenado del cuestionario sobre covid para pasajeros –llamado Vuela Seguro–, he cumplido con el trámite. Y no sólo porque es obligatorio para pasar a la sala de espera, sino porque estoy convencido de que el uso de la tecnología puede ser útil para mantenernos saludables.

Al llenar el formato, le preguntan a uno si ha tenido síntomas de la enfermedad y si ha visitado recientemente otros países, y piden el número de vuelo y el asiento asignado.

Como entendía yo las cosas, toda esa información iba a una base de datos y, en caso de que un pasajero desarrollara covid en los siguientes días, sus compañeros de viaje eran avisados por medio de un mensaje de texto y/o correo electrónico para que tomaran precauciones, como aislarse y hacerse una prueba. Si uno no recibía ningún aviso, es porque no había estado en riesgo de contagio al volar

Idealmente, la tecnología podría servir hasta para avisar a personas que estuvieron en el mismo aeropuerto y a la misma hora que alguien que luego dio positivo en una prueba covid.

Eso es en teoría, porque en la práctica –ahora lo sabemos–no se hace nada con la información. Es decir, no se hacen los cruces para advertir a otros pasajeros que han estado en contacto o en la cercanía de personas contagiadas.

Ya comenzaba yo a sospechar, pues debo haber hecho unos 20 viajes por avión, ida y vuelta, durante ese lapso de ocho meses; es decir, he tomado al menos 40 vuelos, en los que he coincidido con cinco mil personas o más, sin contar con toda la gente con la que me he cruzado en los pasillos de 12 aeropuertos en México y el extranjero. Y jamás he recibido aviso alguno.

Así que una de dos: o he sido enormemente suertudo de no coincidir con alguien infectado –lo cual sería muy raro– o el tiempo que he pasado llenando el cuestionario, para lo cual me hice la costumbre de llegar con suficiente anticipación al aeropuerto, ha sido para nada.

El martes, después de escuchar al subsecretario Hugo López-Gatell decir que se está estudiando eliminar dichos cuestionarios –porque, según él, “no han mostrado utilidad científica nunca”–, tengo que concluir que es lo segundo. Esto es, que no se hace nada con la información recabada.

La duda más relevante es por qué jamás se usó la información para alertar sobre posibles contagios del covid. ¿Por qué se hizo este gasto de recursos públicos y de tiempo de los ciudadanos sin aprovechar el valioso insumo que son los datos?

Pregunté ayer a varias personas que han viajado mucho por avión este año y nadie me dijo que haya recibido aviso alguno después de llenar el cuestionario. A lo mejor es porque, como ha sostenido reiteradamente López-Gatell, el virus no viaja por avión. Pero no creo: debe ser simplemente porque la información no se utilizó.

De acuerdo con datos del Banco Mundial, en 2019 –antes de la pandemia–, las aerolíneas mexicanas transportaron a 69.9 millones de pasajeros, es decir, a más de 191 mil al día en promedio. Vamos a suponer que haya viajado la mitad durante esos mismos ocho meses de 2021: son 22.9 millones. ¿Cuántos contagios se hubieran evitado con sólo hacer los cruces de datos a partir de la información recabada?

Usar la tecnología para rastrear contactos y avisar de situaciones de riesgo, eso tenía que hacerse. Fue lo que se hizo en Corea del Sur, donde hay sólo 78 fallecimientos por covid por millón de habitantes, contra los 2 mil 259 que hay en México.

No es que los cuestionarios no sirvan. Se vuelven inútiles cuando la información no se usa. Desde luego, tampoco arrojan todo su potencial si son usados de forma aislada. Lo que sirve es aplicar toda la batería de medidas que conocemos: cubrebocas, sana distancia, ventilación, vacunas e información sistematizada.

En realidad, quien “no ha mostrado utilidad científica nunca” es López-Gatell, líder de una estrategia que ha dejado 300 mil muertos en cifras oficiales. El inútil es él.

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