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Presidentes de México y la autonomía de la UNAM

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

 

 

Por Francisco Acuña Llamas

Las recientes críticas del presidente Andrés Manuel López Obrador a la UNAM acusándola de haber perdido su esencia y haberse afiliado a la era neoliberal han desatado reacciones y activado recuerdos de la difícil relación de los presidentes con la autonomía de la UNAM.

Curiosamente, las tensiones entre la universidad nacional y los presidentes de la República desde 1910 han ocurrido de manera cíclica y por tres factores: el estilo personal de gobernar del Presidente, la dotación presupuestal a través de la Cámara de Diputados, la vida interna de la máxima casa de estudios,  su poderoso sindicato y los movimientos estudiantiles.

A guisa de ejemplos: uno de los últimos actos de Porfirio Díaz, fue la inauguración solemne de la Universidad Nacional de México, instituida por decreto presidencial.

Con Lázaro Cárdenas se impuso la educación socialista en el núcleo de la reforma al artículo 3° constitucional.

Miguel Alemán inauguró  Ciudad Universitaria en 1952, sin embargo la estatua de enorme formato dedicada a su persona de cuerpo entero, fue dinamitada.

Adolfo López Mateos recuperó un clima de respetuosa relación y al crear el ISSSTE los trabajadores de la UNAM fueron incorporados a sus beneficios.

Gustavo Díaz Ordaz ha sido —hasta ahora— el mayor verdugo de la UNAM, aceptó todas las consecuencias políticas frente a la matanza de Tlatelolco, se formó un sentimiento de rencor universitario a la banda presidencial.

Luis Echeverría Álvarez, egresado de la máxima casa de estudios, determinó un presupuesto muy generoso a la universidad, pero acudió a inaugurar el año lectivo en la Facultad de Medicina en 1975, donde fue abucheado y apedreado.

José López Portillo impulsó una reforma al artículo 3º constitucional, para garantizar la autonomía de las universidades e instituciones de educación superior, mandato de ley.

Carlos Salinas de Gortari, el penúltimo mandatario egresado de la UNAM (el último es López Obrador). Salinas incrementó el presupuesto destinado a educación, de 3.7% del PIB en 1988 a 6.1% en 1994.

Ernesto Zedillo tuvo que testimoniar una huelga estudiantil que mantuvo cerrada a la UNAM por casi un año, del 20 de abril de 1999 al 6 de febrero de 2000, debido a la reforma al reglamento de cuotas escolares, y la inflexibilidad de las autoridades universitarias y del gobierno federal.

Vicente Fox, algunos sectores académicos de la UNAM estaban preocupados por la protección a la laicidad educativa, al final incrementó el presupuesto a la educación en un 8 y 9% del PIB.

Felipe Calderón aseguró que el presupuesto de la UNAM había pasado  de 16,000 millones de pesos en 2006 a 25,600 millones de pesos para 2011.

Peña Nieto mantuvo relaciones cordiales con la UNAM. La universidad recibió 37 mil 561 millones de pesos y concluyó su administración con 39 mil 381 millones 976 mil 365 pesos.

“Obras son amores, no buenas razones”. A unos días de conocer cómo se resolverá el presupuesto para 2022, se podrá saber si la colección de reproches presidenciales no se refleja en la dotación a la UNAM. De otro modo, resultaría inútil un debate sobre la ideología de la máxima casa de estudios en la era de la globalización del conocimiento científico y la libertad de pensamiento.

 

Twitter: @f_javier_acun

 

clm

 

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