Por sus pistolas los conoceréis

Opinión del experto nacional
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Por Fernando Islas

 

Hace varios años, un ensayo versaba sobre la dificultad de que en los países nórdicos pudiera desarrollarse y sostenerse una novela negra. Era una misión difícil porque en Suecia, se leía en el texto, los policías ni siquiera portan un arma y aquellos que la tienen deben seguir estrictos protocolos para desenfundarla, ya no digamos para abrir fuego. Y, sin embargo, Suecia es el territorio de Henning Mankell (1948-2015), un prolífico autor de narraciones policiacas.

Pero el mundo cambia (además de que las traducciones de los nórdicos inundaron las mesas de novedades en Iberoamérica). “El honor, las deudas y el prestigio sirven como pretexto para un número creciente de tiroteos mortales que desafían los ideales de igualdad y armonía social sobre los que se construyó la Suecia moderna”, se lee en un reportaje de la AFP de principios de julio (Wave of shootings in Sweden as gangs settle scores, en https://www.france24.com/en/20190704-wave-shootings-sweden-gangs-settle-...). Dicha nota relata que de un tiempo a la fecha hay pandillas de motociclistas involucradas, entre otros delitos, en el tráfico de drogas. En ese sentido, hay otra ficción sueca, muy célebre, que en algún momento toca este asunto en particular: La trilogía Millennium, de Steig Larsson (1954-2004).

Como sea, hay algo que se pudrió en Suecia. El año pasado, más de 300 tiroteos resultaron en 45 muertes y 135 heridos en ese país, continúa la pieza de la AFP: “Si bien la tasa general de homicidios sigue siendo una de las más bajas del mundo, con uno por cada 100 mil habitantes, según las estadísticas policiales, los tiroteos mortales han aumentado constantemente y el año pasado alcanzaron niveles récord. En Estocolmo, los primeros seis meses del año han tenido tantos asesinatos como todo 2018”. Según la AFP, el arma preferida de las pandillas suecas son los rifles automáticos Kalashnikov, “importados” de los Balcanes.

Lejos de aquella realidad, en México el asunto de las armas se ha tornado escalofriante. El secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, indicó a media semana que en la última década ingresaron al país, ilegalmente, unos dos millones de armas de fuego, de acuerdo con el Departamento de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos de Estados Unidos (AFT), que calcula que a nuestro país ingresan al año unas 200 mil armas (Excélsior, 14/08/2019).

Por otra parte, la International Firearm Injury Prevention and Policy (GunPolicy.org), un índice país por país sobre el uso de armas, sus políticas y repercusiones auspiciado por la Universidad de Sidney, tiene hasta 2015 los datos desglosados, entre otros, sobre las muertes anuales en México por armas de fuego: 14,061 en 2015; 12,987 en 2014; 15,410 en 2013; 17,858 en 2012, y 20,060 en 2011. Las pistolas son utilizadas para matar hasta mil personas al día, refiere GunPolicy, además de que millones más resultan heridas o sus elementales derechos humanos se ven afectados directamente por estar expuestas al uso de armas (https://www.gunpolicy.org).

El impacto global de la violencia con pistolas en nuestra vida cotidiana merma el desarrollo social. Es, sin más, un problema de salud pública.

Quizás usted recuerde que en el transcurso de los primeros años de la década de los 90 se decía que México se estaba “colombianizando” debido a que, por una módica cantidad, un chamaco a bordo de una moto le pegaba de tiros al “objetivo”. Sin ir más lejos, la mujer que mató a dos ciudadanos israelíes en la Plaza Artz Pedegral, hace unas semanas, confesó que le pagaron 5 mil pesos por el “trabajo”. Así de frágil se volvió la vida. Aparentemente, no pasa un día sin que alguna cámara de seguridad capte el momento en que un gatillero haga de las suyas. Es nuestro presente que hay que combatir, pero acaso era un destino que se pudo prevenir. “… es la ley de Medellín que regirá en adelante para el planeta tierra. Tomen nota”, escribió el mordaz novelista colombiano Fernando Vallejo en La Virgen de los Sicarios (1994).

Imposible terminar estas líneas sin referirse al tiroteo que dejó 22 muertos en la ciudad texana de El Paso, el 4 de agosto, en el que el sospechoso dijo que su objetivo “era matar tantos mexicanos como fuera posible”, o al tiroteo en Filadelfia que dejó seis policías heridos. El día del violento suceso, el alcalde de esa ciudad de Pensilvania, James Kenney, se refirió a la urgencia de retirar las armas de las manos de la gente, lo que suena a un llamado para que todos los países regulen su uso y que el monopolio de la fuerza sea exclusivo efectivamente de cualquier Estado.

 

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