¿Por qué fortalecer Pemex?

Opinión del experto nacional
Suscríbete a nuestro boletín

Recibe las últimas noticias y mantente siempre informado

Correo electrónico
Enviar

Por Fadlala Akabani

Ante un complejo contexto de Guerra Mundial, el general Lázaro Cárdenas supo leer el momento político internacional y concretó, con la ayuda del pueblo mexicano, la expropiación petrolera. En los hechos, la recuperación de la riqueza energética en 1938 representó la concreción de un anhelo nacional que quedó plasmado en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos desde 1917.

Con el petróleo como eje articulador del desarrollo nacional, desde la primera mitad del siglo pasado, de la mano de una industria nacional que, para hacerse a sí misma desde las bases, requirió de la formación de recursos humanos especializados, para ello se creó el Instituto Politécnico Nacional y con Pemex como estandarte surgió una fuerte identidad nacional, así como una conciencia de la fuerza colectiva y su importancia para la transformación.

Con la llegada del neoliberalismo (1988-2018), existió un deseo deliberado de sabotear la paraestatal, mucho antes de la Reforma Energética (2013) que concretara el PRI en alianza con el PAN; no obstante, su empeño evidente en quebrar la capacidad extractiva, productiva, operativa y financiera de Pemex, los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón registraron ingresos excedentes históricos que superaron los 420 mil millones de dólares.

Durante la década de 2000-2010, los precios del crudo evolucionaron en forma creciente a nivel mundial, sin lugar a dudas, la mezcla mexicana registró un incremento progresivo en sus precios, que de los 18 dólares por barril en el 2001 a los 34 en 2005, 60 en 2006, 65 en 2007, para romper toda expectativa hacia julio de 2008, donde el precio por barril cotizó en los 135 dólares.

Si bien es rentable extraer el petróleo crudo y venderlo, lo más rentable (como en cualquier proceso industrial) será agregar valor a una materia prima. Tal y como lo explicara López Obrador muchas veces durante la campaña con la sencilla expresión: “Para qué les vendemos las naranjas baratas y les compramos el jugo más caro; si nosotros podemos hacer el jugo, satisfacer la demanda interna y vender lo que sobre”.

En el mundo poscovid-19, donde a todos los gobiernos les ha costado comprender el comportamiento de la pandemia y atemperar sus consecuencias económicas y sociales, el gobierno de México ha demostrado que cambiar la fórmula neoliberal de endeudamiento y subida de impuestos ha sido benéfico para la reactivación.

A pesar de los consabidos conflictos de interés generados por la participación de capital privado en la industria energética de nuestro país, la minoría derrotada sigue argumentando en contra del rescate de Pemex y de la CFE, como la concreción de la refinería en Dos Bocas.

No sorprende que a quienes se denominan opositores a la Cuarta Transformación no les importe que la soberanía energética es cada vez más un activo en un mundo convulso, donde la estabilidad política y los procesos democráticos y pacíficos están dejando de ser la norma, y donde los modelos hegemónicos en energía y economía están en disputa.

La propia Organización de las Naciones Unidas ha perfilado un plan de transición del modelo energético, cuya década de acción es precisamente la que estamos viviendo: 2020-2030; es el objetivo número 7 de la Agenda para el Desarrollo Sostenible y se plantea el acceso a energía mediante modelos no contaminantes.

Dado que esta década parece plantear interrogantes y retos globales para la humanidad en su conjunto, la concreción de una transición de dicha naturaleza, que trastoca intereses geoeconómicos a nivel planetario, puede suceder o no; sin embargo, cuando suceda, será instrumentado por empresas, públicas o privadas, con experiencia en campo y la capacidad financiera suficiente para construir la infraestructura necesaria.

En un mundo cada vez más convulso, conservar y fortalecer la capacidad técnica y económica de Pemex permitirá garantizar el impulso al desarrollo y la productividad nacional con energía realmente más barata durante la década de transición. Empero, la apuesta más ambiciosa es hacia el futuro, por mantener la soberanía de un bien geoestratégico, aun ante un cambio de modelo mundial, del que se estará más cerca si recuperamos la fortaleza de la industria energética nacional con Andrés Manuel López Obrador.

Comparte en