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¿Por qué el agua salada abastece a Tampico?

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Ramón Aguirre Díaz

Desde hace varias semanas, los habitantes de la ciudad de Tampico comenzaron a detectar un intenso sabor salado proveniente de la red de agua potable que abastece a sus domicilios y, consecuentemente, ante tan grave situación, se generaron compras de pánico de agua embotellada. El consumo de agua salada tiene serias consecuencias en la salud, donde órganos como el hígado, el corazón, los riñones y el torrente sanguíneo se ven afectados. Y ahora… ¿por qué de la noche a la mañana nos encontramos con esa noticia?

La zona conurbada Tampico-Madero, junto con Altamira, en Tamaulipas, y la ciudad de Pánuco, en Veracruz, así como muchas otras pequeñas localidades de la zona, se abastecen del agua dulce almacenada del sistema lagunario del río Tamesí. Éste es un sistema ubicado al poniente y sur de la ciudad de Tampico, que abarca una superficie de 68,415 hectáreas, compuesto por 22 lagunas, de las cuales 11 se encuentran en la margen derecha del río y contienen agua salada, mientras que las otras 11 son de agua dulce, proveniente del río Guayalejo, que en los últimos 150 km se le denomina río Tamesí. Este sistema lagunario se encuentra ya muy cercano al Golfo de México y desemboca como afluente del río Pánuco, donde la intrusión salina abarca varios kilómetros tierra adentro. Diques naturales y otros construidos hace décadas por el hombre impiden que el agua salada contamine el agua dulce almacenada en las lagunas de la margen izquierda.

El problema se presentó por una combinación entre el bajo nivel del almacenamiento de las lagunas, el deterioro de los bordos que las conforman y una creciente del agua salobre del río Pánuco al presentarse el fenómeno de marea alta. La principal causa se atribuye a la falta de atención oportuna de las fracturas en los diques y vertederos de la laguna El Camalote, que en sus partes más angostas ha sufrido afectaciones por las acciones del hombre y/o naturales que provocan fallas con la consecuente fuga de agua dulce al principio, pero la intrusión posterior de agua salobre con la marea alta, provocando con esto una variación en la calidad de la misma.

El fenómeno se ha logrado disminuir con la colocación de miles de costales de arcilla para impedir la entrada de agua salada y con las últimas lluvias que han mejorado la calidad del agua con la entrada de agua dulce. Pero urge la construcción de obras definitivas con tablestacado de acero para asegurar su adecuado funcionamiento a largo plazo, tal como se tiene previsto con la participación de la Conagua, los organismos operadores, los municipios y los industriales de la zona.

Asegurar el funcionamiento adecuado del sistema es muy importante, ya que, al menos, un millón de habitantes podrían quedarse sin agua potable y ello, además, provocaría un impacto multimillonario en la productividad de la zona, donde se encuentra el complejo petroquímico más grande de América Latina, con un centenar de empresas industriales generadoras de miles de empleos, además de instalaciones de la CFE.

 

 

¿Esto se podría haber evitado? Por supuesto, cada año se debe invertir en una infraestructura, distribuida a todo lo largo y ancho del país, que nos ha venido proporcionando beneficios, pero que se encuentra deteriorada y requiere de mantenimiento continuo para evitar que falle, como sabemos, sucederá si no se toman las medidas con oportunidad. Invertir en ello es una obligación a la que, desafortunadamente, cada año se le destinan menores recursos. Evidentemente, necesitamos redefinir nuestras prioridades y debería ser una de ellas el asegurar la dotación de agua al campo, la industria y a nuestras comunidades.

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