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Las elecciones de Alemania

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Jaime Rivera Velázquez

Este día se celebran elecciones en la República Federal de Alemania. Con ellas habrá de concluir el largo y exitoso liderazgo de la canciller Angela Merkel. A contracorriente de los pronósticos de inicios del año, que indicaban una fácil ventaja de Armin Laschet, líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y actual primer ministro del estado de Renania del Norte Westfalia, las últimas encuestas revelan más preferencias por el Partido Socialdemócrata (SPD) y su dirigente y candidato, el actual ministro de finanzas Olaf Scholz. De cualquier manera, en la actualidad ambos partidos forman parte de la coalición gobernante, así que los electores intuyen sensatamente que cualquiera de los dos que encabece el próximo gobierno daría continuidad a las políticas de Merkel. La prestigiada canciller se retira en medio del aplauso internacional y tasas de aprobación domésticas cercanas al 80%, de modo que la mayoría de los electores buscan la continuidad para Alemania.

Hasta aquí, todo normal. Históricamente, después de la Segunda Guerra Mundial, el sistema político alemán ha logrado una gran estabilidad con la alternancia al frente del gobierno entre demócrata-cristianos y socialdemócratas; inclusive, ha producido estadistas de la talla de Konrad Adenauer (demócrata-cristiano, quien encabezó la construcción de la nueva democracia alemana) y Willy Brandt (socialdemócrata y premio Nobel de la Paz), además de la canciller actual Angela Merkel. Varios de los gobernantes alemanes en la era democrática se han caracterizado por gestiones largas (siempre por métodos plenamente democráticos): Konrad Adenauer estuvo en el poder entre 1949 y 1963, mientras que tanto Helmut Kohl y la propia Merkel gobernaron Alemania durante 16 años.

¿Qué hace diferentes estas elecciones, entonces? De acuerdo con información proporcionada por el Financial Times, la novedad es la fragmentación partidista. Cualquiera de los partidos “ganadores” ronda apenas el 25% de las preferencias electorales. Las encuestas atribuyen 22% a la democracia cristiana (esto demuestra que la popularidad personal de una líder como Merkel no es automáticamente transferible a su partido) y 25% a los socialdemócratas. Cualquiera que gane la mayoría relativa tendrá la victoria con el margen más bajo en la historia de la democracia alemana. Los grandes partidos ya no gozan de preferencias predominantes. De ahí la importancia de integrar coaliciones amplias, como lo han hecho en varias ocasiones la CDU y el SPD. Siguiendo el análisis del Financial Times, cada vez prevalece menos la lealtad partidista y más la evaluación de desempeño. Las lealtades partidistas se han vuelto fluidas y por eso han crecido significativamente las preferencias de partidos tradicionalmente minoritarios como el de los Verdes, encabezado por la joven Annalena Baerbock, o los Demócratas Libres (FDP), un partido liberal convencional. El resultado final en la integración de un nuevo gobierno estará sujeto a negociaciones con estos actores supuestamente menores. (Por ahora, es improbable una coalición de gobierno que incluya al partido Alternativa por Alemania, de extrema derecha).

Politólogos alemanes tan reconocidos como Jan-Werner Müller (profesor en la universidad de Princeton, Estados Unidos, y autor del libro ¿Qué es el populismo?), advierten el riesgo de que esa fragmentación partidista complique no sólo el trabajo gubernamental, sino que produzca inestabilidad política, dada la previsible debilidad del nuevo canciller. De acuerdo con el mismo análisis del Financial Times, esto revive el miedo a fantasmas del pasado alemán asociados con la inestabilidad y fragilidad políticas propiciadas por la fragmentación política en la República de Weimar (1919-1933). A la inversa, el largo periodo de estabilidad democrática y prosperidad experimentado por Alemania desde la posguerra se debe, en gran medida, al predominio de dos partidos muy fuertes, la UCD y el SDP.

En este siglo, el voto popular se ha dispersado en beneficio de los verdes, los liberales y, más recientemente, la derecha nacionalista, en demérito de la socialdemocracia y la democracia cristiana. El bipartidismo convencional está en crisis lo mismo en España que en Francia, Finlandia y Dinamarca, donde históricamente las preferencias electorales se movían poco entre el centro izquierda y el centro derecha. Las nuevas generaciones parecen insatisfechas con esas identidades políticas tradicionales relacionadas con la clase social o las ideologías clásicas. Hoy les interesan también sus identidades étnicas, sexuales, el feminismo, las preocupaciones ambientales y todo tipo de cuestiones para las que los partidos históricos no tienen respuestas claras.

Es difícil prever el resultado final de las elecciones de hoy domingo. Lo que parece evidente es que será precisa la integración de una coalición amplia y multicolor, cuyas implicaciones de gobierno se antojan, cuando menos, complejas. Aun así, hay pocas clases políticas tan diestras para la negociación y el diálogo como la alemana. El proceso electoral alemán merece una mirada más atenta desde México.

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