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La UNAM, más allá de la violencia emocional, física y sexual, violencia estructural e institucionalizada

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Catalina Monreal

La Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, así como otros 15 planteles, entraron en paro, ¿la razón?, el hartazgo de las mujeres respecto a la violencia vivida dentro de la máxima casa de estudios. Las mujeres han señalado que ahí se vive todo tipo de agresiones: física, emocional y, por supuesto, sexual. ¿Los perpetradores? Otros estudiantes y personal docente.

El pliego petitorio presentado por estudiantes de la Preparatoria 9 incluye mayor seguridad a las y los estudiantes, más vigilancia en las instalaciones, mantenimiento a los senderos seguros y su ampliación hacia la línea 6 del metro; botones de auxilio, designación de juristas especialistas en perspectiva de género, mobiliario apto para uso de estudiantes con discapacidad, entre otras medidas. Al respecto, el rector Graue ha señalado que todas las peticiones realizadas fueron aceptadas y se aplicarán medidas urgentes de protección para las personas que denuncien agresiones, en tanto concluyan los procedimientos y se determine la sanción correspondiente.

Lo que se vive en la UNAM, así como en otras universidades, y en general en el ámbito académico, es un profundo arraigo de la cultura patriarcal, androcéntrica, misógina y machista. Lo que provoca que la violencia de género vaya más allá de la emocional, física y/o sexual; se trata de una violencia cultural, estructura que se ha institucionalizado en este campo, tradicionalmente ocupado y diseñado por y para hombres.

Fue hasta 1887 que Matilde Montoya se convirtió en la primera mujer mexicana en obtener el grado de médico, y Esther Luque Muñoz la primera en obtener el título de profesora de farmacia en 1906, así como la primera en obtener el nombramiento de profesora titular en la escuela de ciencias químicas.

De hecho, desde su fundación en 1551, en la universidad nunca ha habido una mujer rectora. En la actualidad, dos tercios de los puestos de dirección son ocupados por hombres. En lo que corresponde a las escuelas, facultades e institutos de investigación, el 68.3% de los puestos de dirección están ocupados también por ellos, sólo el 31.7% corresponde a las mujeres. En el caso de las dependencias universitarias como la Secretaría General de Desarrollo Institucional, de cada 6 puestos de dirección, 5 son ocupados por hombres una mujer.

Dentro de la UNAM existen carreras feminizadas y masculinizadas, carreras en las que los roles y estereotipos de género de la herencia cultural binaria determinaron como exclusivos de alguno de los sexos. Por ejemplo, en 2018, en 58 de las 166 carreras de licenciatura del sistema escolarizado, 60% de la población era femenina: Trabajo Social, Enfermería, Obstetricia y Pedagogía; en contraste con 47 carreras en las que menos del 40% de su población eran mujeres: Ingeniería Mecánica con 4.4%, Ingeniería Eléctrica y Electrónica con 10.6%, Ingeniería Mecánica Eléctrica con 11.7%. Se puede observar que las mujeres continúan participando en profesiones que se siguen viendo “afines” a la feminidad, como lo son las tareas de cuidado.

La educación, sobre todo la superior, durante mucho tiempo fue un espacio reservado para los hombres. Su creación, procedimientos, normas, símbolos y estructura fueron pensados desde y en beneficio del androcentrismo. Por tanto, el tema de la violencia que viven las mujeres dentro de la máxima casa de estudios no es un tema menor, es un tema complejo y profundo. Porque es inherente a la cultura universitaria es necesaria la destrucción de este orden social para construir, entre todas y todos, uno nuevo, una nueva cultura en la que se transversalice la perspectiva de género y se logre la eliminación de la violencia y la desigualdad entre hombres y mujeres.

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