¿Jaque mate al rey?

Opinión del experto nacional
Suscríbete a nuestro boletín

Recibe las últimas noticias y mantente siempre informado

Correo electrónico
Enviar

Fernando Aguirre *

Analista

 

Nació en el exilio y, en la paradoja de la vida, tal parece que sus días finales están destinados a vivirse de la misma forma, en el ostracismo. Alcanzado por señalamientos de corrupción y escándalos de infidelidad, la figura de Juan Carlos I, rey emérito de España, en su paso hacia la historia bien podría padecer lo que coloquialmente se dice: lo que no mancha, tizna.

Lejos del país que reinó por casi cuatro décadas y refugiado actualmente en Emiratos Árabes Unidos, Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, espera lo que se vaticina como un final aciago para un personaje que le dio un gran impulso a la democracia y desarrollo económico, político, social y cultural a una España oprimida después de vivir un largo periodo de sombras bajo la dictadura militar de Francisco Franco.

Envuelto en el escándalo desde su juventud, por su presunta implicación accidental en la muerte de su hermano menor, al jugar con una pistola, Juan Carlos I accedió al trono gracias al dictador quien, durante mucho tiempo, vaciló entre elegirlo a él o a su padre como su sucesor tras su muerte.

Así, desde noviembre de 1975, se volvió el constructor y cabeza de una monarquía parlamentaria que se instauraba como un nuevo sistema de gobierno y que llevaría a una nueva era al país ibérico con el propósito de alcanzar a pasos agigantados la modernidad de los países vecinos europeos e inscribirlo en la nueva realidad internacional que nada tenía que ver con la autarquía, el estatismo y el autoritarismo impuestos por su antecesor.

Fue propulsor y asiduo asistente de la Cumbre Iberoamericana —que vio la luz en Guadalajara en 1991— y en la cual buscó siempre generar una mayor proyección internacional de la región iberoamericana que favoreciera, por supuesto, a España, como madre patria y uno de los países líderes de la misma, pero también generar un mayor acercamiento y concertación entre los países ibéricos y latinoamericanos con quienes se comparte una historia, lengua y cultura en común. De estos encuentros, no se olvidará cuando Juan Carlos I le espetó a Hugo Chávez la frase famosa “¿Por qué no te callas?”.

En su reinado, son innumerables los episodios históricos donde mostró probado patriotismo a favor de las causas que tenían como fin último la paz y la prosperidad de España, pero sobre todo rechazaba todo aquello que atentara contra la Corona y la reinstaurada democracia, como lo fue el intento de golpe de Estado en 1981. En ese sentido, es incuestionable su logro de llevar a su país a una transición tersa hacia la democracia y bien podría decirse que contribuyó a su consolidación.

Pero a la postre de sus éxitos como monarca, una serie de errores lo alcanzaron junto con la vejez e hicieron que los últimos años de su reinado lo precipitaran hacia la impopularidad.

El safari de Botsuana, el caso de corrupción de su yerno Iñaki Urdangarin y sus relaciones extramaritales contribuyeron a la caída del juancarlismo y su abdicación en 2014. Seis años después, las recientes investigaciones de fiscales de Suiza y España a las cuentas de Juan Carlos I, por presunto fraude fiscal y blanqueo, fueron el detonante para su decisión de desterrarse.

No es la primera vez que un gobernante en la historia de la humanidad opta por el autoexilio como una medida “efectiva” para escapar de la presión que lo agobia, tratar de sosegar insurrecciones y poner a “salvo” su legado; la realidad es que la misma historia nos enseña que pocas veces esto termina como un final feliz de cuentos de hadas.

*

AD LITTERAM

El 9 y 10 de junio de 2014 sería la última vez que Juan Carlos I ofreciera una visita de Estado siendo rey, ésta sería ofrecida al expresidente Enrique Peña Nieto. En el Palacio de El Pardo, antigua residencia del dictador Franco, se llevó a cabo la ceremonia de bienvenida al mexicano y su comitiva. Días antes de la visita, el rey anunció su abdicación en favor de su hijo, el príncipe de Asturias; prácticamente Peña Nieto vivió de cerca el periodo de transición entre la abdicación y proclamación de Felipe VI, el 19 de junio.

Comparte en