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Evocación de Tenochtitlán

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Luis Maldonado*

Se atribuye al político y filósofo teziutleco Vicente Lombardo Toledano, regidor del ayuntamiento de la Ciudad de México en 1925, el haber impulsado el decreto que determinó que fuera el 13 de marzo de ese año (y los venideros) la fecha en que recordaríamos la fundación de Tenochtitlán, ocurrida 600 años atrás, en 1325.

Aquel histórico suceso marcó el nacimiento del imperio mexica, el más poderoso y extenso de Mesoamérica hasta 1521, año de la llegada de los conquistadores españoles.

Pero sin demérito de la loable iniciativa de Lombardo Toledano, lo cierto es que los orígenes del gran centro cosmopolita que es hoy la capital de nuestro país con su populosa Zona Metropolitana, encierran todavía elementos discordantes, no obstante la gran cantidad de trabajos de investigación, numerosos e importantes hallazgos arqueológicos, leyendas, mitos, códices y aun el valioso rescate de tradiciones orales.

Entre las bellas leyendas sobre el tema se halla una de las más aceptadas, que deriva del Códice Boturini (o Tira de la Peregrinación o de la Migración), cuyo original conserva el Museo Nacional de Antropología e Historia. Narran las gráficas del documento que el dios Huitzilopochtli ordenó a los aztecas salir de la mítica Aztlán (Lugar de las garzas), que los expertos ubican en el estado de Nayarit), acompañados de ocho grupos más de su tribu.

En el curso del gran recorrido, varias de las tribus se dispersaron y al grupo que permaneció en la búsqueda de la señal, Huitzilopochtli les cambió el nombre de aztecas por mexicas.

Esta epopeya debió durar más de 150 años, hasta que los migrantes dieron con el lugar (y la escena) que les había pronosticado su legendaria deidad: un lago con un islote, en el cual habría una roca, sobre la roca un nopal y sobre el nopal un águila que devoraba a una serpiente. Aunque antes estuvieron en la zona toltecas y teotihuacanos.

Los mexicas se detuvieron en la antigua Tollan (hoy Tula), y hacia el año 1252 llegaron al antiguo lago de Texcoco. Lo atravesaron en canoas para quedarse un tiempo en Xaltocan, luego en las inmediaciones de Ecatepec, 20 años después se aposentaron en Cohuatitlán (ahora Cuautitlán), donde según el Códice Boturini aprendieron a hacer pulque y se embriagaron.

Así llegó el año de 1325 y la fundación de Tenochtitlán. Menos de 200 años después, el imperio mexica llegaba hasta Centroamérica, hasta que entre el 8 de noviembre de 1519 y el 13 de agosto de 1521, Hernán Cortés, aliado con los indígenas sometidos, superó la resistencia de Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica, y consumó la Conquista en nombre del rey Carlos I de España.

Los soldados españoles, con Cortés al frente, quedaron maravillados ante el espectáculo que ofrecía la ciudad conquistada. Una docena de ríos que fluían hacia la cuenca cerrada en que se hallaba la zona lacustre (Texcoco y Tenochtitlán). Miles de canoas entre el centro y las márgenes de los lagos. Diques para un eficiente sistema de abastecimiento de agua, terrazas y chinampas, avanzada tecnología agraria para la producción y protección de cultivos.

Y la imponente presencia de una ciudad con más de 700 mil habitantes, con unos 50 grandes edificios y pirámides que sobresalían por encima de casas de un solo piso.

En el siglo XVI, Tenochtitlán era una de las urbes más grandes de América.

La cruzaban tres amplias y largas avenidas que se prolongaban hasta tierra firme. Al norte, la de Tepeyacac, al poniente la que conducía a Tlacopan (30 de junio de 1520: calzada del “árbol de la noche triste”), y al sur, la que llevaba a Iztapalapa. Al oriente no había avenidas porque el límite era el embarcadero de Texcoco.

El espacio es insuficiente para describir lo que nos legaron historiadores y cronistas de la época. Pero sirva esta evocación para que reflexionemos sobre el pasado histórico de la Ciudad de México y su zona metropolitana, y el futuro que legamos a nuestros descendientes.

Futuro vinculado al presente: alrededor de 23 millones de habitantes; una docena de viejos ríos convertidos en viaductos o túneles de desagüe, interceptores, colectores de aguas limpias o negras; cerca de cinco millones de autos que aportan el 85% de contaminantes a la atmósfera. Y por lo que hace solamente a la Ciudad de México, más de 13 mil toneladas de basura diariamente, según el Inventario de Residuos Sólidos 2017 de la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema).

*Presidente de la Academia Nacional de        Historia y Geografía de la UNAM

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