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El hades, el infierno y más allá

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Daniel Rodríguez Barrón

En un libro fascinante, aparecido recientemente, Historia de la imaginación: del antiguo Egipto al sueño de la ciencia, del astrofísico y filósofo español Juan Arnau, da cuenta, entre muchas otras cosas, de los diversos modos de imaginar lo que podría ser el más allá. Para los antiguos egipcios, ese viaje está profusamente descrito en el Libro de la salida al día, mejor conocido como el Libro egipcio de los muertos: la primera fase consistía en abrirse camino, el alma se libera del cuerpo y se encuentra en medio de una “oscuridad total”, de modo que necesita de un guía para recorrer ese nuevo mundo, entonces aparece a su lado Anubis, el dios con cabeza de chacal, que lo ayuda a avanzar, pero, ¿hacia dónde? En ese momento el alma escucha una voz, la de Atum, la voz del origen, que le da ánimos. Al tiempo, aparece alguna deidad femenina que ofrece comida y bebida. No hay que rechazarla, rechazar a la diosa supondría un riesgo en nuestra meta. Pero no todo es bondad y ayuda en aquel mundo, a lo largo del camino aparecen animales furiosos, bestias salvajes y toda clase de monstruos. Aquí, Arnau es muy específico: “El objetivo del viajero no es aniquilar a estos adversarios, sino dominarse y dominarlos para (…) ganar para sí la energía negativa que tenía en su contra”. Finalmente, el alma llega a la sala donde será juzgada, pero se trata “de un espacio interior donde habita todo aquello que nutre lo divino y donde es posible alcanzar el equilibro mediante la aceptación de la dualidad y de las fuerzas contrarias”. Si lo logra, el alma puede entonces salir al día, unirse a la luz cósmica que emana del dios Ra.

Ese viaje a lo desconocido se repite a lo largo de muchas culturas y de muchas épocas. Ulises debe bajar al inframundo para encontrarse con Tiresias, quien le indicará los peligros por los que debe pasar antes de alcanzar Ítaca. Eneas, el héroe romano, también debe hacer ese mismo viaje. Y seguramente ya todos ustedes estarán pensando en Dante y su recorrido con Virgilio por los círculos del infierno. Hay que agregar que el propio Jesús descendió a los infiernos, antes de la Resurrección, como está asentado en el Credo de los apóstoles: “Fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos y, al tercer día, resucitó de entre los muertos”.

No pretendo poner en duda la realidad de estos ámbitos —el hades, el inframundo o el infierno— y me hacen falta méritos para confirmar su existencia. Lo que sí existe es la idea. La historia del paso del alma o del héroe por un estado de confusión (“a mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba”) y más tarde frente a una suerte de juicio, conducido por los dioses al sopesar sus faltas o por la propia alma que reflexiona a lo largo del camino sobre ellas.

La pregunta es, ¿qué significan estos viajes imaginarios?, ¿por qué tantas culturas insisten en ellos? ¿Realmente para qué nos preparan?

La literatura es en sí misma un viaje simbólico, nos proporciona herramientas con las que podemos medir nuestros propios actos. Las vidas de la señora Bovary, de Anna Karenina, del joven Raskolnikov o, para ponernos navideños, de Ebenezer Scrooge, buscan justamente colocarnos en el sito de aquel que debe juzgar sus acciones; en suma, que debe afrontar la terrible de verdad de ser una buena o una mala persona.

Pero acaso, estos mapas antiguos por los terrenos de la imaginación no nos estén enseñando cómo transitar por el camino del más allá, sino de aquí y el ahora. Los riesgos y las ayudas que nos proponen, los consuelos y los miedos, tal vez no tengan otro motivo que fortalecernos contra las desventuras de la vida diaria. El pasado 2020 ha sido especialmente funesto y como Dante, como Ulises y como Eneas, como las almas perdidas en busca de la luz, tal vez no tengamos otra herramienta que nuestra imaginación para fortalecer nuestras defensas contra la desesperación y el miedo. No estamos solos, aunque la oscuridad no nos permita verlas, ahora mismo junto a ti hay otras almas en busca de consuelo, y quizás estos relatos antiguos y venerables no tengan otro fin que hacernos compañía en nuestros momentos más oscuros. Parece poco, pero no lo es.

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