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Desigualdad educativa en tiempos de covid-19

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Catalina Monreal

Uno de los temas más preocupantes de la agenda pública es la educación escolar en tiempos de pandemia por covid-19. Quizá la situación que más ha interrumpido la normalidad en este 2020 es que se haya imposibilitado el ir a la escuela a millones de niños y niñas, jóvenes y todo el personal docente en el sector público y privado.

Las familias mexicanas dependen del acceso a la educación no sólo por el aprendizaje y el desarrollo de habilidades personales, también por la posibilidad de que los hijos e hijas estén bajo el cuidado y protección de las instituciones mientras los adultos encargados trabajan y obtienen el sustento de la familia. En el contexto actual, estamos ante una tragedia.

La situación acentúa las diferencias en las familias de escasos recursos. En los hogares de clase media y alta, la falta de educación presencial se puede solventar —con dificultades por el acceso a tecnologías de internet y televisión— mediante el uso de computadoras y dispositivos que permiten que los contenidos lleguen a los niños, niñas y jóvenes.

La Secretaría de Educación Pública prevé que 800 mil de los alumnos y alumnas que concluirían la educación secundaria en el 2020 no se inscribirán al nivel del bachillerato, lo que representa la deserción de cuatro de cada 10 jóvenes.

Este año es la primera vez que cae la inscripción a nivel medio superior en lo que va del siglo XXI. Muchos jóvenes se encuentran ya en la necesidad de trabajar para apoyar a la economía familiar o simplemente estarán encargados de los cuidados de familiares porque no hay nadie más que pueda hacer esos trabajos.

El empleo informal, sin acceso a seguridad social, será cada vez mayor. Se estima que uno de cada tres hogares mexicanos observó una reducción de 50%, o mayor, en su ingreso entre febrero y abril de 2020.

En este momento, a la brecha socioeconómica se añaden las brechas de género y tecnológicas. La escuela no es sólo importante para ampliar las oportunidades de obtener un mejor empleo, mayormente remunerado y con alto reconocimiento, sino que la falta de ella amenaza la integridad del tejido social al poner a niños, niñas y jóvenes en riesgo de violencia intrafamiliar, limitar su desarrollo como ciudadanos y, en general, detener el avance de la sociedad en su conjunto.

La experiencia de la educación a distancia marcará el futuro de esta generación de niños y niñas y el cómo ven la realidad. Una historia y una forma de aprender la tendrán quienes cuentan con tabletas y acceso a computadoras, otra la tendrán quienes sólo pueden acceder a la televisión y desde ahí seguir contenido, como el programa Aprende en casa, de la SEP, el cual ha tenido buena penetración por medio de la televisión.

La maestra Sylvia Schmelkes del Valle, vicerrectora académica de la Universidad Iberoamericana, señaló, al referirse a esta problemática, que “son justamente quienes no tienen acceso a internet quienes más han perdido, por esta pandemia, educativamente. Entonces, me parece fundamental que recurramos más a […] medios que son más populares y que sabemos que están mejor distribuidos en el territorio nacional”.

Sobre estas bases, el gobierno federal llegó a un acuerdo con algunas televisoras del país, las cuales serán las encargadas de transmitir, a partir del 24 de agosto, los contenidos del plan de estudio de la Secretaría de Educación Pública para el siguiente ciclo escolar a distancia, haciendo que la televisión, que se encuentra en gran parte de los hogares mexicanos, sea una de las herramientas principales para hacer llegar educación a más población de nivel educativo básico.

Sin embargo, no hay una solución total, pues una parte importante de niñas, niños y adolescentes en México no tienen ni televisión ni tableta ni computadora.

La brecha educativa y de desigualdad que se está ampliando entre estudiantes de la misma generación es preocupante, pues si tomamos en cuenta las condiciones familiares que unos y otros tienen en casa, el panorama es todavía más negro: el porcentaje de la población con dificultades para alimentarse se reporta en 27.5%, y en hogares con población infantil (de 0 a 11 años) este porcentaje llega hasta a 33.8%. Es decir, la falta de seguridad alimentaria afecta a casi tres cuartas partes de los hogares con niños, niñas y adolescentes.

Es difícil que después de estos duros meses de confinamiento, durante los cuales se ha perdido tracción en toda la cadena productiva, esta generación se recupere. La inestabilidad escolar trae consecuencias catastróficas en la vida de las familias, pero también trae consecuencias muy duras para el país. Es un freno en el desarrollo económico y es un avance de la informalidad de los empleos y de la precariedad de la vida democrática en general.

El gobierno de México ha hecho un esfuerzo sin precedentes para apoyar a la juventud y ampliar las becas para la infancia y la adolescencia por medio de programas como Jóvenes Construyendo el Futuro y las Becas Benito Juárez, entre otros, pero también la austeridad impuesta por la emergencia golpea duramente al sector educativo. El regreso a clases presenciales no tiene fecha definida, lo único que nos queda como sociedad es proponer y apoyar la instrumentación de accesos a tecnología para subsanar y adaptar los programas educativos del sistema público.

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 Es urgente el levantamiento de información sobre las afectaciones en esta generación para tener un panorama de cuáles son las medidas idóneas y democráticas para revertir la brecha educativa. Que progresivamente se apoye el regreso a la escuela de millones de estudiantes y, mientras tanto, se les mantenga conectados a sus maestras y maestros para poder seguir trabajando por una educación de calidad y así mejorar la situación de miles de mexicanos.

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