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Aceleración de contagios en México: ¿qué hemos aprendido y qué debemos hacer? (parte I)

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Fernando Manzanilla

Inicio esta serie de colaboraciones con una reflexión sobre el aprendizaje que nos han dejado siete meses de pandemia y lo que tendríamos que hacer para superar el impacto de la inminente segunda oleada de contagios que, prácticamente, ya está sobre nosotros.

A nivel internacional es posible identificar, al menos, tres grandes conjuntos de experiencias y lecciones frente al dilema de abrir (cerrar) la economía y reanudar (parar) actividades en plena pandemia: a) la de los países que abrieron hasta que lograron un claro descenso en la tendencia de contagios en sus respectivos epicentros nacionales, b) la de aquellos que no pudieron, o no quisieron, esperar hasta tener una tendencia descendente de casos para reactivar la actividad económica y social y c) la de los países que, como México, iniciaron la reactivación en pleno crecimiento exponencial. En cada caso, el impacto de los rebrotes y nuevas oleadas ha sido diferenciado, tanto en términos económicos como en letalidad del virus.

Por ejemplo, parece ser que cuando la reapertura se llevó a cabo con una desaceleración sistemática de contagios, los rebrotes han sido menos letales (Asia y Europa), se han logrado controlar con mayor rapidez y eficacia (Asia) y los estragos en el proceso de reapertura económica han sido menores. Por el contrario, cuando la reapertura se realizó en plena meseta, es decir, con un número de contagios estable, que no crece, pero que tampoco baja, las nuevas oleadas —aceleración de casos, no rebrote— han disparado las tasas de letalidad del virus, golpeando fuertemente los planes de reapertura de diversos sectores económicos. Lo ocurrido en Estados Unidos y Reino Unido es emblemático de esta situación.

Pero en el caso de los países que han reactivado sus actividades en pleno crecimiento exponencial de contagios —la mayoría en América Latina— las nuevas oleadas amenazan con ser desastrosas no solo en términos de letalidad, sino también en lo que a la actividad económica se refiere. A diferencia del resto del mundo, una nueva oleada en pleno ascenso de contagios obligaría a cerrar la economía y a un prolongado confinamiento, igual o peor que el vivido al inicio de la pandemia.

En otras palabras, utilizando la ya clásica expresión de Tomás Pueyo, cuando la “danza” (reapertura) se ha realizado en condiciones favorables —contagios a la baja, medidas de contención y supresión del virus— el “martillo” (confinamiento) ha sido menos doloroso. Cuando la danza se ha realizado en condiciones desfavorables —contagios estables, medidas de contención y supresión del virus erráticas— el “martillo” ha sido doloroso, pero llevadero. Pero cuando la “danza” se ha realizado en condiciones adversas —contagios al alza, sin medidas de contención ni de supresión del virus— el “martillo” será contundente, so pena de una debacle sanitaria y de convertir al país en el nuevo epicentro de la pandemia a nivel mundial.

¿Cómo evitar que esto ocurra en México? Como lo he señalado en un estudio reciente (La Batalla de México y el mundo contra el Covid: lecciones, riesgo y oportunidades, que se puede consultar en fernandomanzanilla.com.mx) una primera lección derivada de la experiencia internacional es que ninguna estrategia de reactivación económica y de recuperación del crecimiento podrá fructificar a menos que se logre controlar el crecimiento acelerado de contagios.

Por lo que la implementación de una estrategia nacional de pruebas masivas, rastreo y seguimiento puntual de casos es el primer paso necesario para contener y mitigar la previsible agresividad de esta nueva oleada.

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