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Kofi Annan, el legado

Max Cortázar

Max Cortázar

Y es que si algo lo distinguió a lo largo de su trayectoria profesional fue la de romper techos de cristal y sentar agendas multilaterales integrales orientadas a potenciar beneficios humanos, en el marco de los estrechos márgenes de operación que suele conceder el sistema internacional.

Kofi Annan no sólo fue el primer ghanés y el primer hombre de raza negra en dirigir el organismo multilateral más importante del orbe, sino también el primer funcionario de la institución que desde su base —como staff administrativo de la Organización Mundial de la Salud— logró hacer carrera profesional dentro de la misma y acceder a su máxima posición de dirección. Un mérito nada menor si se recuerda que los principales responsables tanto del secretariado como de las agencias integrantes del sistema ONU suelen ser designaciones políticas de liderazgos externos a la organización que, en coyunturas de sucesión, representan con mayor fidelidad los equilibrios dominantes de los países que conforman el Consejo de Seguridad, descartando en automático a quienes han entregado talento y años de su vida a las causas de Naciones Unidas.

Por otro lado, como representante máximo de la ONU, entre 1997 y 2006, a Kofi Annan se le debe el poner sobre la mesa de debate las alternativas de solución a varios de los factores clave que han impedido un desempeño óptimo de la ONU. Asuntos fundamentales que todavía al día de hoy siguen sin resolverse a cabalidad. Entre otras acciones, Annan propuso reorganizar la Secretaría General con el objetivo de dotarle de una nueva estructura y mejores procesos de gestión, garantizar la solvencia financiera de la organización, actualizar la política de recursos humanos, así como asegurar trabajos de mayor profundidad a la Asamblea General y mayor capacidad de reacción rápida al Consejo de Seguridad. Doce años después de terminada la secretaría general de Annan, la lucha de poderes entre el Consejo de Seguridad y la propia Asamblea General, la duplicación de funciones y pelea por los recursos escasos al alcance de las agencias integrantes del sistema, así como la viabilidad financiera de Naciones Unidas, siguen constituyendo frentes abiertos al organismo.

Quizá fue bajo la tutela de Kofi Annan la mayor transformación de Naciones Unidas, en términos de su agenda programática, para ofrecer beneficios tangibles e integrales a las sociedades —en especial aquellas pertenecientes a los países más pobres— al impulsar la adopción de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), afianzando con ello la ruta hacia la concepción de seguridad humana con base en una profunda cooperación multilateral. Ese esfuerzo consiguió, bajo el liderazgo de Annan, que 191 jefes de Estado y de gobierno se comprometieran a alcanzar metas objetivas y cuantificables por sus administraciones para erradicar la pobreza extrema.

Como objetivos se acordó lograr la enseñanza primaria universal; promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer; reducir la mortalidad infantil; mejorar la salud materna; combatir el VIH/Sida y el paludismo, entre otras enfermedades; garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; fomentar una asociación mundial para el desarrollo, así como erradicar la pobreza extrema y el hambre. Esta agenda iba más allá de estar en plena sintonía con las aspiraciones de Annan de construir un sistema internacional que dejara de tener como prioridad los intereses de coyuntura de los gobiernos y pusiera, en el centro de la toma de decisiones, las respuestas de política pública de largo plazo para aliviar las necesidades más apremiantes de la humanidad.

La agenda fue el primer escalón de una propuesta programática más ambiciosa, consolidada en los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible. Mismos que buscan paz y prosperidad para todas las personas, dar viabilidad del planeta y poner fin a las distintas dimensiones de la pobreza en 2030, a partir de una cooperación más horizontal entre los países y menos fincada en el potencial económico de las naciones. Si la labor de Kofi Annan motivó a los liderazgos internacionales a expresar su pesar ante su fallecimiento, debieran ahora honrar su memoria, comprometiéndose con el avance hacia un proceso exitoso de reforma de Naciones Unidas, que garantice paz en el cambiante orden mundial y el desarrollo pleno de las personas.

 

Militante del PAN

max.cortazar@gmail.com

 

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