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El presidente Guaidó pide confianza

Max Cortázar

Max Cortázar

Juan Guaidó pide confianza a sus partidarios. En el centro de un evento público recogido por medios de comunicación internacional, su fraseo verbal y comunicación corporal es distinta a la posición de fuerza. A aquella imagen de liderazgo a la ofensiva de finales de abril, en la que daba a conocer la llamada “operación libertad” y que horas después no sólo resultaría un rotundo fracaso, sino terminaría por meterlo, tanto a él como a toda la oposición democrática venezolana, en un largo laberinto de frustración e incertidumbre del que no han podido escapar al día de hoy.

Guaidó sabe bien que su liderazgo pierde momentum en el movimiento que demanda transición política. Aprovecha el mensaje para dar respuesta directa a esa franja más dura de la oposición venezolana que manifiesta su rechazo a entrar en procesos de negociación con los representantes del usurpador Nicolás Maduro, como lo ha promovido el mismo Guaidó. Las tensiones al interior de los grupos opositores no son gratuitas. La experiencia obtenida bajo el chavismo en años recientes, a partir de procedimientos similares, trajo duras lecciones: la democracia nunca ha tenido la más mínima viabilidad tras un potencial acuerdo entre ambas partes, porque la coalición que sustenta a Nicolás Maduro carece, hasta ahora, de palabra confiable.

En fechas recientes, Guaidó parece encontrarse cautivo en un cuello de botella, sujeto a restricciones con difíciles posibilidades de mantener el amplio respaldo de sus bases en el mediano plazo. El presidente interino insiste en la pertinencia de su estrategia para forzar el fin del régimen de usurpación, el establecimiento de una administración de transición y la celebración de comicios democráticos. Hace referencias a las mesas de negociación de Noruega y al Grupo Internacional de Contacto impulsado por la Unión Europea. Habla de la posibilidad de que Estados Unidos lleve ante la justicia a Nicolás Maduro y del informe de la Alta Comisionada de los Derechos Humanos sobre Venezuela. Asimismo, anuncia que dará a conocer, en su momento, los detalles de una nueva fase de la Operación Libertad. Todo ello en una nebulosa declarativa sin rutas concretas, en la que pide retomar las calles “con más fuerza”. Signo inequívoco de las señales de flaqueza.

Mientras tanto, son tiempos complejos también para Nicolás Maduro, pero —a diferencia de Guaidó— el transcurrir del tiempo opera a su favor al darle espacio de preparación ante los distintos escenarios. La continuidad del régimen chavista no aguanta una traición más, como la fraguada en el marco de la Operación Libertad. Por ello, al interior del ejército ratifica a los leales y purga toda posibilidad de traición, sustituyendo con generales afines, así se encuentren señalados por terceros países de violación de derechos humanos, lavado de dinero, financiamiento al terrorismo y proliferación de armas de destrucción masiva. En el caso de que el curso de acción obligue a la celebración de elecciones, la coalición de Maduro promueve abiertamente al carismático Héctor Rodríguez, joven gobernador de Miranda, como perfil competitivo para una eventual contienda.

En este contexto, Juan Guaidó busca ensanchar el consenso hacia su estrategia y darle mayor margen de maniobra a su liderazgo. En el evento difundido el fin de semana, abiertamente le pregunta a la asamblea reunida frente a sí y a las cámaras de los medios de comunicación si piensan que él es un “pendejo” dispuesto a hacerle ganar tiempo a la dictadura de Maduro con su apertura a entablar la negociación. Intenta encender a sus seguidores, diciendo que aprovechará todos los espacios posibles “para enfrentarlos, para arrebatar, para ganar libertad”. Sin embargo, la respuesta colectiva registrada por la prensa denota marcado desánimo.

Sin una nueva posibilidad tangible de parteaguas en el horizonte político venezolano que reactive el ánimo opositor y le reafirme incentivos a la unidad, el movimiento corre el riesgo de terminar legitimando un nuevo mandato en la joven promesa del chavismo. Veamos hasta dónde llega la confianza en el presidente interino Guaidó.

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