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Bernie Sanders, riesgo para todos

Max Cortázar

Max Cortázar

 

 

Bernie Sanders amenaza de nueva cuenta con mandar al precipicio la posibilidad de que el Partido Demócrata regrese a la Casa Blanca. Primero, descarriló las oportunidades de Hillary Clinton en aquella trágica contienda de 2016, en la que el también senador por Vermont polarizó a la militancia demócrata durante el proceso interno de selección de candidato presidencial, debilitando, frente a los ojos del electorado, el legado de Barack Obama y, en consecuencia, el récord institucional de la propia Clinton. Fenómeno que la forzó, ya en campaña constitucional, a abandonar el centro político para tratar de mantenerse competitiva entre los simpatizantes demócratas. Con su candidatura debilitada, sumada a una deficiente campaña, Donald Trump terminó por atraer a un mayor segmento del electorado en estados clave que garantizaron la victoria republicana en el Colegio Electoral.

Cuatro años después, en este 2020, los pronósticos prevén que Bernie Sanders no necesitará intermediarios para cerrarle el paso a los demócratas a ganar la presidencia de Estados Unidos, porque él mismo lo hará como candidato presidencial de mantenerse aferrado a una estrategia que lo fortalece al interior de su partido, pero, al mismo tiempo, le impide crecimiento electoral en nichos de votantes externos que resultan indispensables en la elección general. Por un lado, al senador se le debe reconocer que su discurso toca las fibras más sensibles de un electorado demócrata inconforme con la creciente desigualdad, así como con las restricciones impuestas en el sistema de salud o los servicios educativos. Por el otro, ese posicionamiento sólo cautiva a una coalición de votantes duros que, hasta ahora, hacen mayoría en su partido.

Así es. Nadie como él habla de imponerle a los multimillonarios impuestos progresivos y de eliminar privilegios de deducibilidad, en un país donde los altos directivos tienen 278 veces el ingreso del trabajador promedio de su compañía. La brecha de desigualdad es notoria si se recuerda que en las últimas cuatro décadas las compensaciones económicas de directivos crecieron más de mil por ciento, frente apenas 12% de los trabajadores, de acuerdo con el Instituto de Política Económica. El malestar social se agrava porque esta falta de equidad se reproduce en servicios esenciales para la movilidad social y el bienestar de las familias.

Por ello, el senador cautiva proponiendo un seguro público de salud que elimine las distorsiones generadas por las aseguradoras privadas mediante la ampliación del catálogo de coberturas, el establecimiento de topes en gastos de medicamentos y la eliminación de pagos en consultorio. Es, para muchos estadunidenses, un agravio que los crecientes costos en el cuidado de la salud no provengan de aumentos en los insumos en la producción de medicinas, sino del presunto poder de mercado de las aseguradoras que hacen imposible el acceso a bienes y servicios si no es a través de ellas. Su efecto: un seguro cuesta hoy 740% más que en 1984. La voz de Sanders también cautiva al prometer educación universitaria libre de deuda, así como cancelar los préstamos que financiaron los estudios superiores de más de 4.5 millones de norteamericanos y que, en su conjunto, representan un pasivo de alrededor de 1.6 trillones de dólares. Esto, porque la mitad de los estudiantes que logran entrar a la universidad se ven obligados a adquirir una deuda personal promedio de más de 671 mil pesos ante colegiaturas que duplicaron su costo en las últimas dos décadas.

Paradójicamente, la eficaz persuasión de Sanders es un riesgo para los demócratas, pues sólo es efectiva en su base leal de votantes y difícilmente convencerá a electores independientes. En este sentido, su lugar de puntero puede deberse no a la pertinencia de su propuesta programática, sino a la carencia de un candidato demócrata de centro que haya logrado capturar a su favor el voto útil de la militancia moderada, como lo hizo Hillary Clinton cuatro años atrás. Peor aún, el riesgo de Sanders trasciende fronteras y podría interferir con intereses superiores de nuestra política internacional. Por ejemplo, el senador por Vermont se mantiene en la idea de reescribir todos los tratados comerciales con el propósito de evitar la fuga de empleo. Esto es, en materia de libre comercio como detonador fundamental de nuestra economía, México puede esperar de Sanders la misma volatilidad que Donald Trump, dando mayores pasos atrás en la integración de América del Norte.

De ahí que si los demócratas se encuentran en la búsqueda de un salvavidas que les incremente la competitividad electoral en una eventual candidatura de Sanders, nuestro país, con toda oportunidad, debiera estar identificando las acciones para mitigar los riesgos porque —gane quien gane la elección presidencial— no nos esperan cuatro años fáciles en la relación bilateral.

 

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