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Daniela Alcívar Bellolio, adentro hay un zumbido continuo

Mario Alberto Medrano González

Mario Alberto Medrano González

                …que crece y crece hasta que algo se revienta.

 

Siberia. Un años después, la primera novela de Daniela Alcívar Bellolio (Ecuador, 1982), es la obra más confesional que he leído hasta ahora dentro del grupo de narradoras ecuatorianas. Inmersa en el perfil y tono del diario, es una violenta irrupción en la intimidad de una mujer que pierde a su hijo recién nacido. “20:56, la hora del nacimiento de mi hijo. El 17 de junio naciste obligado, Benjamín. Y no me dejaron tocarte hasta que tu corazón pequeño dejó de latir. No me dejaron hablarte para hacerte sentir acompañado. No te vi más que un segundo mientras vivías, y te escuché gemir”.

Es precisamente la violencia el rasgo esencial y detonante de la novela. La agresión al cuerpo, en la intimidad, en lo emocional, en sus alcances físicos, teje y desteje la acción dramática, desde las primeras líneas de la obra. La narración está hilvanada con el fino hilo del flashback: en ese ir y venir, de la infancia a la adolescencia y al presente, la narradora despeña una retahíla de revelaciones, su vida amorosa con Julián, con Díaz, y el cordón umbilical con los padres y después con su hijo.  

Cuentista y ensayista también, Alcívar Bellolio alcanza su mejor registro en el largo aliento novelístico. El amplio universo de la novela permite a la autora reconstruir el proceso de concepción, de enamoramiento, todo visto por un personaje fisurado, una mujer intensa, reflexiva, observadora; fija la mirada en los detalles, logra ver el vendaval que se aloja en el interior de las personas y las cosas, aquellos mínimo huracanes que todos vivimos en algún momento.

Entonces, dónde y por qué Siberia. “Siempre me pregunté cuánto tiempo aguantaría yo en un lugar como Siberia o el Polo Norte, o el Sur. No pienso en intemperie total ni habilidades de sobrevivencia en climas extremos, porque sé que la simple soledad prolongada en el living de mi casa ya me genera un límite del ánimo que hace presente algún tipo, idiota y engreído, de proximidad con la muerte.

“Quiero decir la contemplación de un paisaje así: extensas, infinitas llanuras blancas y deshabitadas. Desiertas de vida, o siguiendo su vida de ese modo indiferente a todo. El mundo en su versión más inhumana: cuando es soberano de sí mismo y nadie modifica nada, sólo el tiempo (…) Siberia, entonces, aparece: ligeras hondonadas y elevaciones de hierba crecida ungidas por el rocío de la mañana que brilla al sol enceguecen el verde y lo tornan blanco”.

Siberia, entonces, esa metáfora de la desolación, del terreno yermo, del blanco, de la soledad, como el nacimiento y la muerte: venir e ir de la nada a la nada. Entonces, reitero, es regresar a la violencia, al aislamiento, una forma de agresión íntima. Sin duda, la obra de Daniela Alcívar irrumpe con mucha fuerza al mostrar esos espacios mínimos en donde nos confrontamos a nosotros mismos, bajo el riesgo de salir vivo.

La experiencia de ser madre es el otro aspecto que enfrenta la protagonista, en una obra que parece ser autorreferencial. Si bien toda creación lleva algo del autor, obvia e irremediablemente, Siberia… es un espejo (enterrado) de la autora.

Ganadora del Premio Joaquín Gallegos Lara 2018, galardón otorgado en Ecuador, con esta novela, Daniela Alcívar llegó a España de la mano del sello Candaya, en 2019, con una nueva edición. Y es precisamente con Siberia. Un año después que culmino mi caminata por la literatura de escritoras ecuatorianas. No puedo sino agradecer a cada una de las autoras con quienes he tenido el gusto de intercambiar opiniones, abrir el diálogo, intercambiar obras: María Fernanda Ampuero, María Auxiliadora Balladares, Natalia García Freire, Mónica Ojeda y Daniela Alcívar. 

Ahora, la ruta de viaje gira hacia el territorio boliviano, con voces como la de Liliana Colanzi, Giovana Rivero, Magela Baudoin, Blanca Wiethüchter, entre muchas otras.

 

 
Hashtag. Otro mayo, de Juan Gelman. “Cuando pasabas con tu otoño a cuestas/mayo por mi ventana/y hacías señales con la luz/de las hojas finales/¿qué me querías decir mayo?/¿por qué eras triste o dulce en tu tristeza?/nunca lo supe pero siempre/había un hombre solo entre los oros de la calle/pero yo era ese niño/detrás de la ventana/cuando pasabas mayo/como abrigándome los ojos/y el hombre sería yo/ahora que recuerdo”.

El poeta argentino hubiera cumplido 90 años el 3 de mayo.

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