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Nuevas lecciones de Brexit

Manuel Gómez Granados

Manuel Gómez Granados

La semana que hoy concluye fue pródiga en lecciones a propósito del Brexit. La más notable quizás fue la manera en que, ya desde el lunes 2, Boris Johnson enfrentó una serie de derrotas tanto en la Cámara de los Comunes como en la de los Lores, que han puesto a su gobierno ante la expectativa, altamente probable, de ser el más breve en la historia de Gran Bretaña en los últimos dos siglos.

No es para menos. En los últimos días de agosto, distintos medios británicos publicaron porciones del reporte de la operación Yellowhammer. Esa operación es el complejo dispositivo que la burocracia británica ha diseñado para hacerle frente a las distintas formas posibles de Brexit. Desde un Brexit negociado entre la Unión Europea (UE) y Gran Bretaña (GB), hasta el escenario dantesco de la salida sin acuerdo, la No Deal Brexit, que sumiría a los mercados internacionales en una espiral de ventas de pánico provocadas por la incertidumbre de que una situación así ha generado desde 2016 y que se intensificaría en un escenario de no acuerdo.

El reporte Yellowhammer es, a la fecha, el más completo ejercicio del gobierno británico para medir los posibles impactos, positivos o negativos, de la salida de GB de la UE. Los negativos eclipsan, por mucho, a cualquiera de los positivos. Baste señalar que más del 70 por ciento de la carne que se vende en GB se importa desde Europa.

A ese caos, habría que agregar el que se viviría en Irlanda del Norte si se trataran de restablecer las aduanas eliminadas gracias al doble impulso de la creación de la Unión Europea y de los acuerdos del Viernes Santo, que pusieron fin a casi 30 años de violencia entre protestantes y católicos en el Ulster. En resumen, Yellowhammer habla de “por lo menos tres meses de total caos” en las aduanas, sin considerar otros impactos como el destino de los europeos en Gran Bretaña y de los británicos en la Unión Europea.

La situación, ya difícil con Theresa May, se agravó cuando Boris Johnson asumió el liderazgo conservador y, como resultado de ello, como primer ministro. No es difícil entender por qué, pues Johnson hizo carrera como periodista y como político gracias a la facilidad con la que miente, ataca e insulta a sus adversarios, incluidos otros conservadores. Los temores acerca de la clase de estupideces que Johnson podría perpetrar se agravaron cuando decidió suspender las sesiones del parlamento. Ése es un procedimiento normal.

Cada año, el parlamento se suspende por dos o tres semanas, tiempo que es usado por los partidos para celebrar sus convenciones y preparar el siguiente año legislativo. Sin embargo, Boris propuso una suspensión de cinco semanas, lo que fue interpretado por muchos como un intento de “golpe de Estado” para sacar a GB de la UE a la mala, mientras no había parlamento.

En el parlamento, la reacción fue sonar las alarmas y arrancar a Johnson el control de la agenda y aprobar una ley que explícitamente le prohíbe a Johnson sacar a GB de la UE sin un acuerdo. Para tratar de imponerse, Boris amenazó con expulsar a quien votara contra su propuesta a pesar de que él votó repetidamente contra propuestas de Theresa May. Las amenazas suelen ser poco efectivas, por lo que 21 parlamentarios conservadores, incluido Nicholas Soames, el nieto de Winston Churc,hill, votaron contra Johnson quien, de inmediato, los expulsó. La cereza del pastel fue que —al día siguiente— Joseph Johnson, hermano de Boris, renunció a su escaño en el parlamento y a su cargo en el gabinete, advirtiéndole del riesgo del Brexit sin acuerdo.

Ya antes, otros conservadores habían dado ejemplo al anteponer el interés de su país a los intereses personales o de partido. Fue el caso de Anna Soubry, quien abandonó a los conservadores en febrero de este año para crear un partido que garantice la permanencia del Reino en la Unión o que, por lo menos, evite la salida sin acuerdo.

El Brexit es importante no sólo para el Reino Unido. De concretarse, implicaría el inicio de un ciclo proteccionista que nos regresaría a los peores momentos del siglo XX, con el permanente riesgo de guerras continentales o mundiales de origen comercial.

 

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