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Organizarnos después de la pandemia

Luis Wertman Zaslav

Luis Wertman Zaslav

Winston Churchill dijo que no era suficiente hacer lo correcto, si no se hace lo necesario para lograr un objetivo. Es decir, las buenas intenciones o las opiniones tienen un límite en momentos de crisis y sólo llevar a cabo lo que puede resolverla, importa.

Con ciertos plazos hacia adelante sobre la evolución de la pandemia que hoy nos tiene bajo resguardo, debemos empezar a analizar cómo nos organizaremos las y los ciudadanos para los días, los meses y los años que vienen. De nosotros depende si aprovecharemos esta extraordinaria situación para construir un tejido social diferente o seguir adelante, como si nada hubiera pasado.

El primer reto al que nos vamos a enfrentar será que, a pesar del coronavirus, la inseguridad seguirá ahí con perspectivas de aumentar, por lo que la prevención será indispensable. No coincido con los pronósticos que señalan la incorporación de personas que pierdan su empleo a las filas del crimen, simplemente porque no funciona de esa manera; tampoco que la desesperación orilla a la mayoría a cometer un delito, debido a que cualquier actividad ilegal es primero un negocio, y existen reglas, rangos y habilidades que no se obtienen de un día para otro.

No obstante, los diferentes grupos criminales buscarán recuperar el tiempo perdido. Intentarán retomar delitos que se vieron afectados por la pandemia (por ejemplo, el robo a casa habitación) y buscarán modos de operación que puedan aprovechar la dispersión de recursos de apoyo oficial para obtener ganancias rápidas, lo que alerta sobre un posible aumento en el robo a transeúnte, que ya era, desde hace casi una década, el crimen número uno en el país.

Luego tendremos que enfocar medidas de prevención en tiendas departamentales y de conveniencia, porque el levantamiento progresivo del aislamiento social presionará a muchas cadenas comerciales a empujar programas agresivos de descuento o barata en artículos electrónicos, teléfonos celulares y otras mercancías similares para atraer a consumidores que considerarán atractivos los precios bajos y probablemente orientarán parte de su dinero para adquirirlos, por lo que el segundo delito más cometido en México —la extorsión, en particular la telefónica— tendrá un eventual repunte.

Al darse un incremento de extorsiones, con modus operandi nuevos, tendremos robos en las calles, en el transporte público, y una oferta de teléfonos y aparatos electrónicos ilegales que provocará un nuevo círculo vicioso en el combate a estos delitos. Si le sumamos la relación directa que tienen con el asalto en el transporte, sobre todo en los márgenes del Valle de México para llegar a la capital, pronto estaremos en la misma angustia que teníamos antes de que llegara el COVID-19 a nuestras vidas.

¿Qué haremos entonces? Si la lección de esta pandemia no es una mejor organización ciudadana para cuidarnos y protegernos de cualquier posible amenaza, entonces deberemos esperar a la siguiente emergencia, sea sanitaria, de seguridad o cualquier otra, para volver a tomar medidas urgentes, que al final no resuelvan lo importante.

De acuerdo con la mayoría de los especialistas médicos, no regresaremos a la normalidad que conocíamos antes del coronavirus, por lo que todos los escenarios que podemos anticipar serán diferentes. Eso significa que el único denominador común que podría ayudarnos será estar bien comunicados, bien coordinados y en completa colaboración.

Al igual que nosotros, muchos delincuentes han tenido que parar actividades para evitar el contagio, aunque si el riesgo valió la pena, cometieron el crimen de todos modos. En la lógica delincuencial, la oportunidad y la sorpresa son parámetros para calcular el costo-beneficio de actuar ilegalmente, aun si eso representa arriesgar la salud. Sin embargo, cualquier otro comerciante en vía pública o persona que vive al día hizo la misma consideración durante estas semanas, de nuevo, estamos hablando de un negocio.

Por eso dudo que una persona dedicada a una actividad legal, como un repartidor o un mesero, se integre a un grupo criminal en caso de perder su trabajo. Lo que sí puede ocurrir es que esos trabajos eventuales, como la observación (halconeo), el transporte de mercancías ilegales y hasta el uso de vehículos particulares para cometer un delito, puedan presentarse como opciones para aquellos que pasen por un mal momento. No obstante, en mi experiencia, la mayoría de las y los mexicanos tenemos claridad sobre muchos valores y uno de los principales es la honestidad.

La tarea será comunicarnos mucho mejor una vez que podamos regresar a las calles, no en el sentido de compartir información inconexa, sino en estar al pendiente de familiares, vecinos, colegas, y hasta de las personas que nos ayudan con muchos de los servicios que recibimos a domicilio. Esa preocupación por la mayor cantidad de personas posible es lo que hace un tejido social real.

Coordinarnos para entrar en contacto con autoridades, comités vecinales e instituciones de todo tipo es otro elemento para prevenir cualquier delito. Si sabemos qué hacer y qué esperar y cómo resolver un problema, es difícil que nos sorprendan y este factor es la mitad de la ventaja que tiene el delincuente sobre nosotros.

Finalmente, colaborar, que no es otra cosa que ayudar a alguien más para que el resultado nos beneficie a todos. Tener presentes estas tres condiciones nos permitirá construir una realidad diferente, espero mejor, para la etapa que sigue: los efectos de la pandemia en nuestra vida cotidiana. Hay que prepararse.

 

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