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Reconciliarse con la naturaleza

Lorena Rivera

Lorena Rivera

No en todos los casos aplica la máxima “más vale tarde que nunca”, principalmente por dos razones: el tiempo y las circunstancias. El mundo natural, en las últimas cinco décadas, por lo menos, ha estado bajo la presión de las actividades humanas, soportando por todos los frentes ataques devastadores.

Esa destrucción ha sido irresponsable e irracional bajo la óptica de las ganancias, las que sean, sólo para un lado, pero para el otro, nada. Se ha explotado a la Madre Naturaleza sin importar las consecuencias.

Ésta ya cobra, uno a uno, los daños, por ello se empieza a hacer conciencia sobre los servicios de la naturaleza, pues es esencial para la prosperidad económica, la salud y la paz; destruirla significa cavar la tumba de la humanidad.

Por millones de años, el mundo natural ha estado ahí, con o sin seres vivos, tan sólo habitado por microorganismos. Es cierto, ha sucumbido al impacto de fenómenos, pero también se ha transformado, adaptándose a nuevas condiciones, primero con la aparición de los homínidos, después con los Australopithecus; luego llegó el Homo erectus, los neandertales hasta la evolución al Homo sapiens. Ahí la genealogía del ser humano. Pero esa capacidad única de crear, de convivencia y sobrevivencia llevó a las personas a destrozar y aniquilar para vivir.

En la actualidad, el Homo sapiens ha llevado a un millón de especies a la frontera de la extinción; millones de hectáreas de bosques y selvas se pierden por incendios, expansión agrícola, minería, crecimiento urbano y desarrollo de infraestructuras. Se destruye la naturaleza en aras del progreso, pero el costo ha sido elevadísimo.

Derribar árboles, ya sea para comerciar con las maderas gracias a su gran versatilidad —fabricación de muebles, construcción de casas, embarcaciones y obtención de celulosa, entre otros usos— o para levantar carreteras o vías férreas sin pensar sustentablemente, significa acabar con especies animales y vegetales, así como interrumpir los ciclos del agua y destruir sumideros de carbono.

A propósito del agua, ésta se agota porque se ha derrochado y contaminado. Se olvida que es la base de la vida, asimismo, su acceso significa un derecho humano, pero a nivel global hay dos mil 200 millones de personas que carecen de ésta. ¿Por qué? Porque se le ha visto como un recurso infinito, por lo mismo, no se le ha valorado como debiera.

De acuerdo con investigaciones, hay países, como México, en donde las sequías los acerca al día cero, ese momento en el cual no habrá ni una gota.

La crisis climática ha trastocado el ciclo del agua. ONU-Agua prevé que, con cada grado de aumento en la temperatura, el 7% de la población mundial verá disminuido en 20% los recursos hídricos. Para 2050, 1 de cada 4 personas vivirá en una nación con escasez crítica de agua.

La destrucción de bosques y selvas es responsable de la falta de agua y de la muerte de animales.

En nuestro país, la selva maya es degradada con el levantamiento de infraestructuras que ponen en peligro a la flora y fauna, como al jaguar y al ocelote.

No son los únicos ecosistemas que han sufrido por la intervención del ser humano.

Los océanos están a nada de tener más plásticos que peces, volverse más cálidos y la acidificación galopa, porque no dejan de filtrar carbono.

Debido a la crisis climática y al aumento de la temperatura, el Ártico se incendia, el hielo marino y el permafrost se derriten. Los rompehielos pasan sin dificultad, además, ese deshielo perfila posibles rutas comerciales.

¿Más ejemplos de la devastación del mundo natural? Los manglares son de los hábitats más valiosos del planeta, al poseer una enorme riqueza de biodiversidad debido a los dos medios que los conforman, el terrestre y el marino. Evitan la erosión de la costa y forman una barrera natural contra los huracanes, por lo tanto, destruirlos para dar paso a infraestructuras, como hotelera y petrolera, es dejar sin protección a la población y sus medios de vida. En el mundo, más de un tercio de manglares han desaparecido.

La humanidad puede seguir hiriendo de muerte a la Madre Naturaleza, pero llegará el momento en que ella se adaptará, porque no necesita de la humanidad.

Reconciliarse con la naturaleza, conservar la biodiversidad, restaurar ecosistemas y consumir menos no pueden dejarse para después, si no se hace, la humanidad se extinguirá.

Los desafíos ambientales son enormes y llegó el tiempo de “poner la salud del planeta en el centro de todos nuestros planes y políticas”, porque más de la mitad del PIB mundial depende de la naturaleza y, como lo recordó hace unas semanas el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, 2021 es el año crítico para restablecer la relación con la naturaleza.

Ojalá pueda recuperarse el tiempo perdido.

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