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Químicos eternos por doquier… que nos digan qué no contamina

Lorena Rivera

Lorena Rivera

 

Resulta abrumador reconocer que, absolutamente todo descubrimiento o creación para el desarrollo, goce y bienestar del humano, al usarse y desecharse, contamina aire, agua y tierra, pero, como a toda acción corresponde una reacción, la salud del planeta, de las personas y de los animales está siendo impactada gravemente.

Hace unos días, un estudio de la Universidad de Estocolmo y la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, publicado en la revista Environmental Science & Technology, sugiere que el agua de lluvia en cualquier parte de la Tierra no es apta para beber debido a que se hallaron niveles inseguros de químicos eternos.

Damos por sentado que el agua de lluvia —si bien no es ciento por ciento pura— no representa un peligro, ya que con el ciclo del agua riega bosques y selvas; además, recarga mantos freáticos, lagos, lagunas, ríos y presas.

Pero, ¿químicos eternos?, ¿qué son?, ¿dónde se encuentran? La respuesta a esta última es inquietante: están en todas partes.

Como diría el clásico, una raya más al tigre, pues, además de las emisiones de gases de efecto invernadero que contaminan la atmósfera y son culpables de la crisis climática, hay que lidiar con muchísimas otras sustancias.

Así, la nueva investigación indica que los perfluoroalquilo y polifluoroalquilo, conocidos como PFAS (por sus siglas en inglés), son “sustancias químicas peligrosas creadas por el hombre que se propagan globalmente en la atmósfera y, como resultado, pueden encontrarse en el agua de lluvia y la nieve, incluso en los lugares más remotos de la Tierra”, como la Antártida.

La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) explica que los PFAS son compuestos creados a partir de la fusión de elementos de carbono y flúor, prácticamente irrompibles, por eso se les conoce como sustancias químicas duraderas, permanentes o eternas, y son ampliamente utilizadas en una infinidad de productos.

Haga un recorrido mental o visual por todo lo que hay sólo en su hogar: alfombras, tapicería, productos de limpieza, utensilios de cocina antiadherentes, como los sartenes; pinturas, barnices y selladores.

En su clóset, seguramente tiene prendas repelentes a las manchas y al agua, así como antiarrugas.

En el caso de las mujeres, en las cosmetiqueras hay PFAS para aventar: bases y maquillajes; bronceadores, contornos y rubores; rímel, labiales en barra y líquidos; sombras y delineadores, sólo por mencionar algunos cosméticos. En la higiene personal, estos químicos eternos están presentes en los champús e hilo dental, entre otros productos.

¿Le seguimos? Si es de las personas que gusta visitar la comida rápida o pedir a domicilio, los envases —que impiden la filtración de líquidos y grasa—, las bolsitas para las papas a la francesa o aros de cebolla y el papel envoltorio para hamburguesas, sándwiches o wraps contienen PFAS.

Grosso modo, la literatura disponible señala que la exposición a ciertos niveles de PFAS puede provocar efectos en el desarrollo de los niños, como bajo peso al nacer; riesgo de algunos tipos de cáncer y reducción de la capacidad del sistema inmunitario para combatir infecciones, entre otros impactos a la salud.

Debido a que el tema es complejo y que los PFAS nos rodean, Carlos Rius, académico de la Facultad de Química de la UNAM, en entrevista sobre si los PFAS se encuentran en el agua de lluvia, es muy claro al decir que lo ve poco probable, debido al peso molecular, lo que sí es tóxico, indica, son las lluvias ácidas, como en el caso de la Ciudad de México, pues “la termoeléctrica y la refinería de Tula, que queman una gran cantidad de combustóleo, produce dióxido de azufre y éste con el agua de lluvia da ácido sulfúrico, por eso tenemos lluvias ácidas”.

Respecto a si los PFAS son dañinos a la salud, dice que debe tenerse cuidado, pues “existen muchísimos artículos en la literatura que dicen que hay contaminantes por todos lados, hay que tomarlo con un poco de cautela, porque esos contaminantes, probablemente, se encuentren en cantidades tan pequeñas que son totalmente inocuos”.

Agrega que el problema de los químicos permanentes está en la etapa de fabricación de todos los productos, “sí pueden ser volátiles antes de llegar al producto final, puede haber generación de contaminantes”.

Señala que en EU, en los últimos tiempos, ha habido muchas demandas contra compañías que fabrican antiadherentes para los utensilios de cocina o espumas contra incendios —compuestos fluorados—, pues han contaminado el ambiente y los acuíferos.

Pero lo más importante para Rius es que las regulaciones deben identificar los tipos de sustancias que se utilizan y prohibir aquellas que se usaban hace 20 o 30 años, porque “ha habido una mejora a través del tiempo y las sustancias ya no se liberan tan fácilmente al ambiente”.

Amenaza inmediata para la salud o no, sí es imperante que los compuestos químicos eternos mejor se eliminen lo más que se pueda, porque para siempre es muy complicado. De paso, alguien que nos diga qué no contamina.

 

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