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México en llamas

Lorena Rivera

Lorena Rivera

Los incendios arden sin control en México. Miles de hectáreas forestales son devoradas, poniendo en peligro a las personas y la vida silvestre. La sequía continúa extendiéndose dejando a su paso más tierras áridas y embalses secos. Mientras, la escasez de agua se torna cada día más grave en las ciudades y en el campo.

El país está atascado, como nunca, en una crisis ambiental, intensificada por el cambio climático, desaparición de fondos y fideicomisos, reducción de recursos, ausencia de políticas públicas ambientales y climáticas, devastación de la naturaleza y deforestación, agricultura y ganadería intensivas, aumento de la población y la expansión de las manchas urbanas.

La Comisión Nacional Forestal (Conafor), en el informe preliminar del 1 de enero al 21 de marzo, tiene registrados 667 incendios forestales en 23 entidades federativas con una superficie de 22 mil 246.84 hectáreas afectadas.

Los estados con más incendios han sido Estado de México, Tlaxcala, Veracruz, Morelos, Chiapas, Durango, Michoacán, Oaxaca, Puebla e Hidalgo, pero los que tuvieron mayores superficies afectadas, además de los antes mencionados, también hay que sumar a Chihuahua, Jalisco y Morelos.

En la semana del 15 al 21 de marzo, la Conafor informó que se presentaron 20 incendios forestales en 207.86 hectáreas y las entidades con mayor superficie quemada fueron: Tlaxcala, Veracruz, Chiapas, Durango y Morelos.

Como el fuego no distingue entre las diferentes zonas forestales del país, los incendios han llegado a cuatro áreas naturales protegidas, como lo documenta mi compañero Francisco Rosas en la edición de ayer de este diario.

También indica que hay 52 incendios activos que son combatidos sólo por mil 290 personas, con una “cifra preliminar afectada de mil 250 hectáreas”. Y, bueno, el presupuesto ha sido recortado en 50% de 2018 a 2024.

En el fin de semana que acaba de pasar, gracias a las imágenes y videos de usuarios de redes sociales, pudimos ser testigos de 10 conflagraciones en Valle de Bravo, Jilotzingo, Temascalcingo, Coatepec, Malinalco, Lerma, entre otros municipios en el Estado de México; cinco incendios forestales en las regiones de las Altas Montañas y el Valle de Perote, además de Maltrata, en Veracruz; y en los ayuntamientos de Juárez Hidalgo, Tulancingo y Mineral del Chico, en Hidalgo.

Y algunas zonas de la Ciudad de México se queman, de acuerdo con la Sedema: San Miguel Topilejo y Santo Tomás Ajusco, en Tlalpan; Santa Ana Tlacotenco, San Pablo Oztotepec y San Salvador Cuauhtenco, en Milpa Alta, y Santa María Magdalena Atlitic, en La Magdalena Contreras. La Conafor destaca los impactos de los incendios en los árboles, que van desde mínimos a severos y el tiempo para restaurarse, o no.

Árboles con daño parcial tardarán entre cinco y 10 años en recuperarse; mientras que aquellos con daño severo, “muertos con consumo de biomasa”, se prevé una recuperación de más de una década. Esto, sin duda, es una desgracia, porque los bosques y sus árboles son fábricas de agua y sumideros de carbono.

Las posibles causas de los incendios forestales son: intencional (33.13%), desconocidas (19.94%), actividades agrícolas (19.04%), actividades pecuarias (8.25%), fogatas (6.75%), fumadores (3.30%), quema de basureros (3.00%), cazadores (2.55%) y el resto (4.05%) son otras actividades.

Las altas temperaturas y la escasez de lluvias han convertido el país en un polvorín, a lo cual se suman múltiples impactos de origen antropogénico. Así, México libra una batalla contra la sequía, la deforestación y la desertificación de los suelos, los incendios y la creciente escasez de agua.

La sequía, fenómeno recurrente en varias regiones del país, ha aumentado en frecuencia e intensidad en los últimos años, exacerbada por el cambio climático. Pero los efectos de la sequía van más allá de la simple ausencia de lluvia, se extienden a la desertificación de los suelos, pérdida de biodiversidad y disminución de la calidad de vida de las comunidades afectadas.

La desertificación es un proceso complejo que resulta de la combinación de factores climáticos y humanos, como la deforestación, la agricultura intensiva y la sobreexplotación de los recursos hídricos. Los bosques y selvas de nuestro país están en constante peligro. De las 138.7 millones de hectáreas que conforman ese mosaico verde, cada año se pierden 208 mil hectáreas, de acuerdo con la Conafor.

Un informe de la organización CartoCrítica, publicado en agosto del año pasado, indica que, por lo menos, seis mil 659 hectáreas de selva fueron deforestadas para la construcción del Tren Maya. En respuesta a una solicitud de información del medio digital Animal Político, el gobierno federal reconoció que por la construcción del Tren Maya se han talado más de siete millones de árboles entre 2019 y 2023. A esta devastación hay que sumar el irreversible daño al acuífero. De ese tamaño está siendo la pérdida de la cobertura forestal y cuerpos de agua del país.

Y como se ha escrito en este espacio, la escasez de agua que afecta a millones de mexicanos continúa su marcha.

La semana pasada, la Subdirección General Técnica de la Conagua informó que el nivel de llenado de las 210 principales presas del país se redujo a 47% (juntas tienen una capacidad de almacenar 92% del agua de los embalses del país).

El Reporte de las Principales presas de México 2024-03-24 de la Conagua registra que las tres principales presas que alimentan al Sistema Cutzamala siguen en picada: El Bosque tiene 57% de llenado, Villa Victoria, 29%, y Valle de Bravo, 28 por ciento.

La suma de todas estas calamidades es un caldo de cultivo que nos lanza una cruda advertencia: estamos jugando con fuego.

 

 

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