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Lo que faltaba: “el cafecito” también contamina

Lorena Rivera

Lorena Rivera

El café es una de las bebidas más famosas y uno de los cinco productos agrícolas más comercializados en el mundo. La industria genera alrededor de 100 mil millones de dólares al año a escala global. Sin embargo, el aumento de las temperaturas, las sequías y las lluvias irregulares están complicando su cultivo.

No sólo eso. Una investigación reciente indica que esas aromáticas tazas de café que disfrutamos por las mañanas para poder arrancar el día también contribuyen al cambio climático.

A diario, dos mil 250 millones de tazas se consumen en todo el mundo, de acuerdo con la British Coffee Association. También hay quienes toman más de dos tazas a lo largo de la jornada, es decir, el promedio diario es de 2.7 tazas de café, per cápita. De este tamaño es el gusto por la bebida.

Cuatro investigadores de la Universidad de Quebec, en Chicoutimi, Canadá, se dieron a la tarea de estudiar la huella de carbono del café. Compararon la preparación de 280 mililitros de café con cafetera eléctrica (25 gramos de café), con cápsulas (14 grs), con prensa francesa (17 grs) y café instantáneo (12 grs).

Concluyeron que el café de filtro emite más gases de efecto invernadero, por lo tanto, la huella de carbono es mayor, porque emplea más café y consume más electricidad para calentar el agua y mantenerla así.

La sorpresa fue que preparar una taza de café de cápsula tiene una menor huella de carbono, porque optimiza la cantidad de café y agua por consumo.

La publicación del estudio en el sitio The Conversation generó polémica, pues hay quienes defienden el uso de las cápsulas y otros que prefieren el café en grano. Además, aún no ha sido revisado por pares.

Si de desechos se trata, el café sobrante de la cafetera o de la prensa francesa puede reducir su impacto al reutilizarlo como composta o bien, como ingrediente para hacer un tinte castaño para el cabello.

Del otro lado, hay investigaciones que alertan que así como el mercado de las cápsulas de café crece, de igual manera lo hacen los desechos.

Independientemente de cómo se prepare una taza de café, debe tomarse en cuenta que todo el proceso en la producción de café, desde el cultivo, fertilizantes, pesticidas, agua, transporte, empaque-envasado hasta que llega al consumidor, entre otros factores, tiene un impacto al ambiente y emisión de gases de efecto invernadero. Sumado a ello, la creciente demanda de café podría impulsar una mayor expansión de nuevas áreas, lo cual significaría mayor deforestación.

De ahí la importancia de implementar prácticas sostenibles, porque más de 120 millones de personas en el planeta dependen del cultivo del café para vivir.

El café se cultiva en más de 50 naciones y los productores más importantes se ubican en la zona llamada The Bean Belt, localizada entre los trópicos de Cáncer y Capricornio. Ahí están México (ocupa la posición 11 a nivel global), Guatemala, Costa Rica, Colombia, Brasil (el mayor productor del mundo), Etiopía (tierra madre del cafeto), Kenia, Vietnam (el segundo mayor exportador) e Indonesia, sólo por mencionar algunos de los más importantes del orbe.

Todas esas naciones ya sufren los efectos de la crisis climática. Los impactos están ocasionando una disminución de las áreas de cultivo, cosechas bajas, enfermedades, como la roya, y otras plagas.

En África, en mayor medida las sequías afectan los cultivos de café, mientras que en América Latina y Asia, además de las sequías, las inundaciones también causan estragos.

El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático calcula que un calentamiento global de 1.2 a 3.0 grados centígrados para 2050 podría afectar el clima idóneo de las zonas de cultivo de varios alimentos, incluido el café, y ello cambiaría las regiones productivas, por lo tanto, se requerirán políticas agrícolas de adaptación, como variedades tolerantes al calor, a la sequía, a las enfermedades y a las plagas.

Una investigación publicada en Science Advances halló que alrededor de 60% de las 124 especies del aromático están en peligro de extinción. Estas variedades silvestres son importantes, pues podrían contribuir a la resistencia y sostenibilidad de las dos especies más comerciales: arábica y robusta.

El estudio dice que el cambio climático es uno de los más grandes peligros para la arábica, sobre todo en el centro y norte de América del Sur, debido al incremento en la incidencia y duración de las sequías, así como la propagación y aumento de patógenos fúngicos devastadores. Mientras que para la robusta, de África, los riesgos son enfermedad del marchitamiento del café y aparición y propagación de otras enfermedades y plagas.

La International Coffee Organization indica que entre 60 y 80% de la producción mundial de café es arábica y entre 20 y 40% es robusta.

El futuro del café —y del planeta— está atado a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Mientras, usted decida si su taza de café de la mañana es con cafetera, prensa francesa o con cápsulas.

¿Se imagina un mundo sin café?

 

 

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