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El principio del fin comenzó en el Ártico

Lorena Rivera

Lorena Rivera

Años de investigaciones y monitoreos científicos han demostrado que el Círculo Polar Ártico no sólo es una de las áreas del planeta más vulnerables al cambio climático, sino también que se ha convertido en una bomba expansiva que ya afecta y lo seguirá haciendo, literal, a todo el mundo.

El Ártico se calienta tres veces más rápido, el deshielo es acelerado y arroja enormes cantidades de agua al océano y ese ecosistema único podría desaparecer junto con sus especies, con altos costos para los pueblos indígenas inuit, saami o atabascanos, entre otros.

Quizá haya a quienes no les importa lo que ahí sucede y creen que no les afectará. Error. La pérdida de hielo marino ártico afecta al sistema climático de la Tierra y provoca fenómenos extremos, como olas de calor o de frío, inundaciones y otros más; sumado a ello, los niveles del mar siguen subiendo y ciudades costeras podrían quedar sumergidas. Todo eso pone en peligro a las personas.

Ahí no acaba la conexión. Hace unos días se dio a conocer un nuevo estudio con la advertencia de que el derretimiento del permafrost o permahielo, que es el suelo congelado permanente —o solía serlo—, podría liberar sustancias químicas peligrosas y material radiactivo, además de soltar virus y bacterias que han estado bajo el antiguo hielo ártico (tiene aproximadamente un millón de años).

El estudio titulado Riesgos biogeoquímicos emergentes de la degradación del permafrost ártico, publicado en la revista Nature Climate Change, indica que “a medida que estos componentes vuelvan a ingresar al medio ambiente, tienen el potencial de alterar la función del ecosistema, reducir las poblaciones de vida silvestre ártica única y poner en peligro la salud humana”.

Sí, otro punto de quiebre, como si la crisis de salud mundial derivada por covid-19 no fuera suficiente, como para que ahora virus y bacterias dormidas despierten. Podrían crearse nuevas cepas de virus y bacterias resistentes a los antibióticos. Es decir, detonantes de epidemias con potencial de convertirse en pandemias.

En cuanto a los componentes o desechos radiactivos que podrían liberarse pertenecen, de acuerdo con el estudio, a la producción de armas de la era de la Guerra Fría y de las actividades mineras. Pero el deshielo del permafrost ya arroja a la atmósfera dióxido de carbono y metano, lo cual se suma a las demás emisiones de gases de efecto invernadero.

Específicamente, los investigadores encontraron que entre 1955 y 1990, la ahora extinta Unión Soviética realizó 130 pruebas de armas nucleares en la atmósfera y cerca de la superficie del océano frente a la costa del noroeste de Rusia, las cuales dejaron altos niveles de radioactividad por el uso de 224 dispositivos explosivos que liberaron 265 megatones de energía nuclear, más 100 submarinos nucleares desmantelados y hundidos en los mares de Kara y Barents.

El doctor Arwyn Edwards, del Instituto de Ciencias Biológicas, Ambientales y Rurales de la Universidad de Aberystwyth (ubicada en Gales, Reino Unido), coautor del trabajo de investigación, dijo a medios británicos que se trata de nuevas implicaciones, por lo que es imperativo que en la COP26 de Glasgow se tomen acciones reales, pues “los hallazgos deberían preocupar a cualquiera”, además, solicitó el compromiso de financiamiento para investigaciones, pues aún hay mucho por estudiar y descubrir sobre el Ártico.

Por si fuera poco, imágenes de la NASA revelaron que ahora se está debilitando la llamada “última zona de hielo”. Los investigadores la consideraban resistente al derretimiento por tratarse del hielo marino ártico más antiguo, grueso y duro, pero ya no.

El descubrimiento publicado en la revista Geophysical Research Letters muestra que un gran agujero de más de tres mil kilómetros cuadrados se abrió en 2020, frente a la isla Ellesmere, de Canadá.

Otro hecho causado por el calentamiento del planeta y se prevé que para finales de este siglo ya no habrá más hielo marino ártico durante el verano y, de ser así, conduciría a la extinción de los osos polares y otras especies.

Si después de estos recientes descubrimientos de los científicos sobre lo que ocurre en el Ártico sigue sin importar, porque aún faltan muchas décadas para el 2100, entonces nada se ha entendido y confirma que la humanidad es la única responsable de la crisis del clima y la devastación del planeta.

Pero si en la COP26 por fin se le da la espalda al antropocentrismo, entonces habrá todo por hacer para restaurar el equilibrio natural.

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