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Un éxito del gobierno de López Obrador

Leo Zuckermann

Leo Zuckermann

Juegos de poder

De ninguna manera se le puede escamotear al gobierno de López Obrador la detención del narcotraficante Ovidio Guzmán López. El Estado mexicano demostró que, cuando se lo propone, puede imponer su autoridad a los capos del crimen organizado.

No es poca cosa después del ridículo que hicieron las Fuerzas Armadas en 2019 cuando capturaron al mismo Ovidio, pero lo liberaron por la reacción armada que el Cártel de Sinaloa montó en Culiacán. En esta ocasión, a diferencia de hace tres años, el Ejército y la Guardia Nacional extrajeron rápido al hijo del Chapo Guzmán de Sinaloa para trasladarlo a la Ciudad de México.

Punto a favor del gobierno, aunque haya tenido un costo alto para las Fuerzas Armadas: diez soldados fallecieron en el operativo. A sus familias, amigos y la institución castrense, nuestro más sentido pésame. Murieron en el cumplimiento de su deber defendiendo la seguridad de la ciudadanía.

De hecho, no entiendo por qué el presidente López Obrador no ha sido más empático con las familias de los soldados caídos, a los que les debería rendir los honores correspondientes como servidores públicos que sacrificaron su vida.

Ovidio Guzmán López fue detenido por una orden de aprehensión en su contra con fines de extradición a Estados Unidos. Ahí seguramente irá a parar en los próximos meses.

Para los estadunidenses era muy importante este personaje, quien no sólo es uno de los hijos del famosísimo Chapo Guzmán, actualmente bajo proceso judicial en aquel país, sino que presuntamente lideraba la operación para exportar y vender fentanilo en Estados Unidos.

Se trata de la droga que más preocupados tiene a los estadunidenses, y con razón. De acuerdo con datos del gobierno del vecino del norte, el año pasado murieron más de 75 mil personas en Estados Unidos por sobredosis de opiáceos sintéticos, sobre todo fentanilo. De hecho, esta sustancia es la principal razón de muerte de adultos entre 18 y 45 años en esa nación.

La historia de esta epidemia es un escándalo. Los médicos americanos, hasta los dentistas, comenzaron a recetar opiáceos legales a sus pacientes por todo tipo de molestias menores. Las empresas farmacéuticas vendieron miles de millones de dólares en píldoras. Muchos estadunidenses se volvieron dependientes a los opiáceos. Cuando se comenzaron a restringir las ventas de estas sustancias legales, los adictos buscaron en el mercado ilegal sustancias similares para drogarse. Ahí encontraron el fentanilo, producido por narcotraficantes mexicanos.

Hay que aplaudir la detención de Ovidio Guzmán. En un contexto donde el gobierno parecía que toleraba y hasta establecía alianzas con el Cártel de Sinaloa, se manda un mensaje de poder del Estado. Cuando las fuerzas del orden quieren, pueden arrestar a los señores del narco, por más poderosos que se sientan. En este sentido, resulta positiva la detención.

Lo que no va a cambiar es el statu quo en Estados Unidos y México.

Allá seguirá el tráfico ilegal de fentanilo como si nada hubiera pasado. Los narcotraficantes, ya sin Ovidio, seguirán encontrando la manera de llevar su mercancía a sus ávidos clientes. Cuando hay demanda, siempre aparece la oferta.

Aquí, por desgracia, continuará la violencia asociada con el crimen organizado. Incluso, como ha demostrado el especialista en seguridad Eduardo Guerrero, hasta podría incrementarse porque, cuando el Estado captura a un capo, hay un disrupción en el grupo criminal que puede producir enfrentamientos brutales dentro del cártel y con otros que aprovechan la coyuntura con el fin de ganar participación de mercado.

Estados Unidos no va a resolver su problema con las drogas presionando a México para combatir a los cárteles y detener a sus líderes. Fiscales de varios estados están proponiendo al gobierno federal de ese país declarar al fentanilo como un “arma de destrucción masiva” con el fin de escalar la guerra en contra de esta sustancia a otros niveles. Es, desde luego, una quimera. La solución no es ésa, sino el combate de las adicciones por medio de programas de educación y salud públicas.

En cuanto a México, lo que nos interesa es resolver la violencia persistente. Y lo que hemos aprendido en todos estos años, desde el sexenio de Calderón, es que esto se consigue combatiendo y desmantelando a los grupos del crimen organizado más violentos. Así lo hicieron, por ejemplo, con Los Zetas; gracias a eso, los homicidios dolosos cayeron entre 2012 y 2014.

Por lo pronto, enhorabuena por la captura de Ovidio Guzmán. Bien por el gobierno de López Obrador.

 

 

 

 

Twitter: @leozuckermann

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