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Colaboración y contrapesos en tiempos de pandemia

Laura Rojas

Laura Rojas

Agora

La teoría de la división de poderes surgió como resultado de la lucha política y social en contra del absolutismo de los reyes. La idea básica es que el poder no debe concentrarse porque la tendencia natural de quien ostenta el poder es la de abusar de éste y, para evitarlo, se requiere dividirlo entre varios sujetos a fin de que se equilibren y controlen entre ellos. Esto es lo que conocemos en las democracias liberales modernas como sistema de contrapesos, que, a la vez que limita el poder, garantiza el respeto y ejercicio de los derechos ciudadanos.

 

En todo Estado hay tres poderes: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, cada uno con claras responsabilidades, límites de acción y procedimientos para prevenir o revertir eventuales excesos. Sin embargo, separación de poderes no significa confrontación. Los mecanismos de contrapesos y colaboración no son excluyentes, de hecho, en situaciones de crisis como por la que atravesamos, el diálogo en aras de la colaboración institucional debería privilegiarse.

Durante lo que va del actual sexenio, hemos visto incrementarse los discursos polarizantes por parte de diversos actores políticos, incluyendo al Presidente de la República, pero en momentos como éste, quienes somos titulares de un poder, debemos recordar que si bien tenemos una identidad ideológica, al mismo tiempo, el ejercicio del cargo es institucional y conlleva un deber hacia todas y todos los ciudadanos sin importar por quién votaron, y sin calcular por quién votarán. Los cargos públicos deben servir para construir a favor de las personas y no para confrontar ni dividir.

La pandemia ha generado situaciones de emergencia ante las cuales resulta urgente que las instituciones colaboremos: en primer lugar está la atención a los 12 millones de personas que, según el Inegi, han perdido sus ingresos a causa de la pandemia. Los programas sociales, sin duda, ayudan, pero no serán suficientes, y la decisión de las acciones adicionales que se requieren implementar como, por ejemplo, el Ingreso Mínimo Vital, y la forma de financiarlas, concurre en dos poderes. Lo ideal sería que las soluciones se construyan de forma conjunta y que no prevalezca una sola visión, sobre todo considerando que el Poder Legislativo es la expresión de la pluralidad y diversidad de la nación. El rediseño del presupuesto público de este año y la arquitectura del siguiente deben responder prioritariamente a la reactivación de la economía y la recuperación de los empleos, lo cual también debería ser resultado de un amplio diálogo y consenso.

 

Al mismo tiempo, en tiempos extraordinarios, los Poderes Ejecutivos tienden a realizar acciones extraordinarias, por lo que los mecanismos de control y contrapesos por parte del Poder Legislativo deben reforzarse y ser considerados como el síntoma de una democracia saludable. En ese sentido, además de las Juntas de Coordinación Política del Senado y de la Cámara de Diputados que han sostenido reuniones con actores económicos y funcionarios públicos, las comisiones de ambas cámaras también tienen un rol importante tanto en las tareas de supervisión del Ejecutivo como en la construcción de soluciones.

 

Todos los que ostentamos un cargo público debemos estar a la altura de lo que esta crisis inédita e inesperada demanda, poniendo por delante a las y los ciudadanos, y comportándonos más allá de posiciones políticas, y de afinidades y antipatías, ésa es nuestra responsabilidad histórica.

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