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La muerte del nacionalismo revolucionario

Laura Rojas

Laura Rojas

Agora

Mucho se ha dicho de que con la aprobación de la Reforma Energética concluyó el ciclo reformador más importante que los mexicanos hayamos visto en décadas. Estas reformas —si el gobierno las implementa bien— prometen cambiar el rostro de México. En efecto, lo que por años el PRI le negó al país —gracias a un profundo sentido de responsabilidad del PAN, y a la convicción de que ya sea como gobierno o como oposición, Acción Nacional debe ser siempre una fuerza transformadora—, hoy es una realidad.

Las reformas laboral, educativa, de transparencia, política, de telecomunicaciones y energética, aprobadas durante los dos últimos años, permitirán que México acelere su paso al desarrollo y reduzca nuestra desventaja frente a otros países en competitividad y calidad de vida. Pero más allá de eso, las reformas representan también un aún poco analizado pero importantísimo cambio en la historia política de nuestro país. Sin temor a exagerar, puedo decir que cada voto a favor de las reformas fue la metralla que derrumbó el paradigma del nacionalismo revolucionario sobre el que se construyó el régimen autoritario que dominó en el siglo XX.

La ideología revolucionaria con su justificación antidemocrática, su centralismo político, su coorporativismo y proteccionismo le generó muchos problemas y disfunciones al país, que todavía hoy sufrimos. El modelo destruyó la vitalidad cívica, entorpeció la lógica económica, ensanchó la pobreza y redujo al mínimo la capacidad competitiva del país.

El proyecto nacional revolucionario se impuso de muchas formas: eliminando la libertad de expresión, implantando la educación socialista en las escuelas, alimentando la corrupción sindical, promoviendo el fraude electoral y anulando la división de poderes. Para desmontarlo, muchas batallas, en muy diversos campos y por largo tiempo, se tuvieron que librar: desde defender el voto ciudadano y recuperar la libertad de expresión hasta reconstruir la división de poderes; configurar el acceso a la información pública; combatir los monopolios y ordenar la economía.  Sin duda, falta aún mucho por hacer, pero las reformas aprobadas han sido el tiro de gracia de muchas de las estructuras del viejo régimen.

Por ejemplo, en materia de transparencia logramos acceder a las cuentas de los sindicatos y de los partidos políticos; en el terreno político reivindicamos el poder del ciudadano de premiar o castigar a sus representantes a través de la reelección. En educación, desmontamos la estructura sobre la que la falta de profesionalización y mediocridad de muchos profesores de quienes depende la educación de nuestros hijos se sostenía.  En telecomunicaciones —aunque no se avanzó lo suficiente— disminuimos parte de los monopolios que imponían precios injustos a la población. En energía, dejamos atrás los viejos paradigmas que nos impedían explotar eficientemente nuestros propios recursos y generar energéticos de mejor calidad y a menor precio.

Por supuesto, aún hay enormes pendientes sobre los que seguiremos trabajando: en primer lugar, el gran pendiente de la reforma anticorrupción; una nueva reforma fiscal que revitalice la economía y no la frene; una reforma urbana que reordene nuestras metrópolis; fortalecer las capacidades institucionales sobre las que se sostiene el federalismo, así como los mecanismos de evaluación, fiscalización y control del Congreso sobre el gobierno son algunos ejemplos.

Hace unos días, Macario Schettino me decía que en el PAN parecíamos no estar conscientes de lo que habíamos logrado: cumplir con uno de los propósitos que nos dieron vida, precisamente, combatir el nacionalismo revolucionario. 75 años después de nuestra fundación, lo logramos en buena medida. Y aun en estos días difíciles que vivimos, días de tropiezos y caídas, en los que tan lejos se ven las mejores épocas de los ilustres que nos antecedieron, el PAN ha sido capaz de entregarle a México reformas para la historia. Lo que sigue ahora es recuperar identidad, congruencia y rumbo para seguir siendo un instrumento útil para nuestro país.

        *Politóloga.
            Senadora de la República.

            Twitter: @Laura_Rojas_

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