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Trump frente a su leyenda

Kimberly Armengol

Kimberly Armengol

Rompe-cabezas

Barack Obama fue el candidato presidencial con más votos en la historia de Estados Unidos, logró 69 millones 498 mil 516 sufragios. Donald Trump, en la pasada elección, obtuvo un nuevo récord, con 70 millones 325 mil 039.

Efectivamente, es el presidente en funciones más votado en Estados Unidos. ¿Qué significa? La posibilidad de una de las más graves crisis de institucionalidad en Washington.

Lo que parecía ser un habitual berrinche del presidente Donald Trump y la negación frente a su derrota, ahora es una franca preocupación por la transición de la nación autodenominada como la más democrática del mundo. Trump no sólo niega el triunfo de Joe Biden a tuitazos, también utiliza toda la maquinaria a su alcance desde el Salón Oval.

Las elecciones de Estados Unidos reflejan un sistema electoral por demás arcaico que se presta a toda clase de teorías de conspiración por los amantes del magnate republicano. Sin conceder un ápice a las especulaciones de fraude, el sistema de colegios electorales nos evoca a Somalia y la demora de estados clave en el conteo de votos olía a comicios propios de Honduras.

Hoy más que nunca es indispensable que el Estado que se da el lujo de decidir qué país vive en democracia o dictadura reforme este ineficaz método y opte por el voto popular como la mayor parte de las naciones civilizadas.

 

¿PATADAS DE AHOGADO?

Escandalosos despidos, como el del secretario de Defensa, el jefe del Pentágono y del director de la Agencia de Ciberseguridad, complican lo que sería el periodo de transición. Mike Pompeo, asegurando que se preparan para el segundo mandato de Trump y múltiples funcionarios complicando el acceso de Joe Biden a la Casa Blanca.

Partidos de golf, tuitazos, despidos, descalificaciones y decisiones tan poco afortunadas, como reducir las tropas estadunidenses en Irak y Afganistán, es en lo que ha gastado sus últimos días el mandatario. La preocupación es el daño real que puede ocasionar al interior de su nación y las decisiones en contra de sus adversarios internacionales (Irán, China, Rusia).

 

TRUMP EL INVENCIBLE

Donald Trump, como todos los populistas, está convencido de su imbatibilidad. Son los primeros en creer en su leyenda como cierta sin considerar los matices de los hechos.

Trump, desde muy joven, ganó imposibles, como aquel juicio en Nueva York donde atravesó de ser visto como un junior ridículo a un gran negociador. De cómo su intento presidencial parecía un chiste y terminó siendo el primer mandatario del país más poderoso del mundo.

Así que es fácil entender sus gravísimas dificultades para comprender que perdió la reelección. Su mente y la visión que él mismo tiene sobre su legado no lo capacitan para entender que tuvo la más grande derrota de su vida, con el mayor número de votos históricos.

No será recordado como el hombre que, incluso contra las apuestas, encontraba el modo de ganarle al sistema. No será Trump el invencible, será visto (para sus detractores) como aquel lunático aferrado a la silla presidencial que fue sacado a patadas de la Casa Blanca.

Para Trump no cuentan sus errores como gobernante o la falla de cálculo al subestimar la influencia en los votantes de las ligas deportivas, del voto latino o el voto adelantado. Sus gravísimos errores para enfrentar la pandemia del covid o el hastío de sus ciudadanos frente a sus bélicas y vulgares expresiones.

Los berrinches de Trump sólo se pueden comprender bajo el microscopio de un hombre convencido de su leyenda, que —como cualquier otra— está repleta de exageraciones y mentiras.

Mientras tanto, ya se especula si volverá a postularse en 2024, tiempo suficiente para fortalecer a sus seguidores. Sí, sus fanáticos que se cuentan por millones en la secta trumpiana.

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