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¿Otoño latinoamericano?

Kimberly Armengol

Kimberly Armengol

Rompe-cabezas

Esta semana, Venezuela amaneció con una nueva moneda y con un sismo de magnitud 7.3 grados: esa misma nación de la que más de un millón de ciudadanos han huido en el éxodo latinoamericano más grande de la historia de la región. La misma nación que cuenta con grandes reservas de petróleo en el mundo.

Ese país con exceso de petróleo es el mismo que tiene a cuatro de cada cinco ciudadanos sumidos en la total pobreza, la misma de la que han huido más de un millón de personas en lo que va de 2018.

El bolívar soberano (la nueva moneda venezolana) nace en un entorno donde el Fondo Monetario Internacional calcula una hiperinflación de alrededor de un millón por ciento para cerrar el año.

Este nuevo bolívar tiene cinco ceros menos que el anterior. De acuerdo con las mágicas soluciones del genio Nicolás Maduro, este mecanismo servirá para detener la inflación (de la que, obviamente, culpa a Estados Unidos, Colombia y demás compinches). Los expertos aseguran que sólo provocará más carestía, será contraproducente y agravará la inflación.

Para cualquier venezolano que no cuenta con dólares, comprar productos básicos de alimentación, higiene o salud es absolutamente prohibitivo. Necesitan montañas de billetes para satisfacer una dosis alimentaria, lo que lo hace totalmente inaccesible.

Desde que Maduro fue electo presidente en 2013, ha subido en más de veinte ocasiones el salario mínimo, por decreto. Algunos de estos aumentos son de más de 50 por ciento y no sirven para absolutamente nada.

Un venezolano con salario mínimo puede adquirir: un kilo de pollo, dos rollos de papel higiénico, 12 huevos y algunos pocos productos más. Esas son las subidas por decreto del salario mínimo.

El desastre económico que ha desatado una crisis humanitaria en Venezuela y la conversión del gobierno de Nicaragua en una dictadura demuestran el profundo grado de descomposición del llamado Socialismo del Siglo XXI.

Esta leve luz que buscaba encender la esperanza de un porvenir mejor se ha venido extinguiendo por la frivolidad de gobiernos como el de la pareja Kirchner-Fernández o la corrupción generalizada que se presenta en todas las esferas de la vida pública brasileña (si quiere entender cómo funciona le recomiendo ampliamente la serie de Netflix El mecanismo).

Parecería que la última llama de esperanza de este movimiento está en Bolivia, donde Evo Morales encabeza algo que podría considerarse como una dictablanda sólidamente apoyada en el narcotráfico.

De los miembros del Grupo de Sao Paulo no queda prácticamente ninguna buena historia que contar y si alguien piensa que México podría seguir esta ruta parece que está muy equivocado. Al momento, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha mandado una gran cantidad de mensajes de responsabilidad económica y política.

Nicaragua no se detiene en sus protestas y hartazgo al gobierno de Daniel Ortega, los venezolanos no pueden conseguir lo elemental para sobrevivir y tienen que migrar, ¿podremos estar en la antesala de un otoño latinoamericano?

POST SCRIPTUM

Desconozco si tengo una crisis de la mediana edad, pero no puedo evitar sentir náuseas por toda la clase de “challengers” que encontramos en las redes sociales.

Miles de humanos demostrando un CI extremadamente limitado al realizar estos retos que no conducen a nada (Dele Alli, Thalía, Fire, Curanto, Zoom, la ballena azul), ¿qué queremos probar?, ¿somos una legión de imbéciles?, ¿no entiendo la modernidad y me convertí en una señora?

Pensé que el clímax de la estupidez lo habíamos logrado con la carita de perro de Snapchat... obviamente me equivoqué.

Twitter: @kimarmengol

 

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