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Debates prehistóricos

Kimberly Armengol

Kimberly Armengol

Rompe-cabezas

¿Cuántas cremas aclarantes para la piel hay en el mercado?

¿Y cuántas cirugías estéticas tendrá en promedio en su currículum un cirujano dedicado a esta técnica? Mientras se popularizan procedimientos, incluso para rejuvenecer la vagina, ¿cuántas cirugías cree usted que existen para modificar la preferencia sexual? Ninguna.

Todavía hoy, 2019 años después de una era, la homosexualidad masculina y femenina, junto con otras identidades, se presta a intensos debates, posturas divididas, manifestaciones sociales, agresiones de distinta identidad e incluso asesinatos.

A pesar de los avances sociales evidenciados por la evolución humana, sobrevive uno de los estigmas que nos dividen como especie: la homofobia.

La insistencia de asumir que las creencias, miedos y fobias son universalmente objetivas y determinantes conlleva a pensar que deben ser impuestas (de una u otra forma) a otros individuos sólo porque así lo dictó mi visión unilateral. La soberbia, la ignorancia, el ego es el que nos destruye como especie. Y lo peor: ni siquiera lo sospechamos.

Usted que me favorece con su atención, probablemente tenga una postura respecto al tema y, como la mía, es irrelevante, intrascendente y vana, porque centrarse en un debate sobre preferencias sexuales es tan ignorante y ocioso como debatir si la Tierra es plana o no. No hay algo que debatir, pues.

Si no lo supo, le cuento: por primera vez en su historia, el gobierno español multó a una empresa que se dedicaba a la conversión y supuestas terapias de corrección de preferencias sexuales.

La Universidad de Adelphi, en Estados Unidos, reveló un dato a reflexionar: la población LGBT en edad joven presenta el doble de intentos de suicidio si se compara con su segmento heterosexual.

La mayoría de las personas miembros de la comunidad LGBT que recurre al suicidio no lo hace por inconformidad con su preferencia sexual, sino por el caudal de estigmas, violencia y prejuicios que rodean una simple preferencia. ¡Esto es inaceptable y es responsabilidad de cada uno de los integrantes de este tejido social!

Piense usted en las llamadas “terapias de conversión”. Su metodología se compone de violaciones, golpizas y choques eléctricos, entre otros métodos de convencimiento profesional. ¿Por qué pretender modificar lo que no se entiende, lo que suponemos que tenemos el derecho a juzgar?

La prohibición de estas terapias representa un avance en la lucha de los derechos humanos. Tristemente, los principales practicantes de estas torturas son las iglesias de todas las denominaciones y sus rebaños.

Después de todo, las cirugías estéticas seguirán practicándose, así como nuevos métodos para mostrar al mundo un rostro con menos arrugas. ¿Y si también le mostramos uno con menos ignorancia ni prejuicios?

 

DEJAVÚ

Recuerdo, con vergüenza, las falsas acusaciones con las que George W. Bush invadió y destruyó Irak. Hoy, Irán es blanco de señalamientos sin fundamento que buscan desestabilizar la región. A tuitazos, Donald Trump acusa a Irán —sin pruebas ni argumentos— de estar tras los ataques a las instalaciones petroleras en Arabia Saudita, a pesar de que los hutíes se los atribuyeron.

También anunció un inédito endurecimiento de castigos contra el país persa. Sanciones que deberían tipificarse como crímenes de lesa humanidad. De acuerdo con Teherán, las posibilidades de diálogo con EU están agotadas y ahora una nueva tensión surge entre las dos naciones. Irán niega su participación, mientras que EU y Arabia Saudita afirman tener pruebas de lo contrario. El diálogo está roto y la tensión calienta aún más los ánimos de esta lucha interminable.

A todos les importa la producción y el comportamiento del precio del petróleo en este conflicto y a nadie le interesa la guerra civil (religiosa) en la que está atrapado Yemen desde 2014. Vale más el precio del petróleo que la vida de miles de niños yemeníes.

 

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