El PAN y su circunstancia actual

Julio Faesler
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La elección del presidente del PAN ha sido desde hace tiempo objeto de mucha especulación, después de que se ha enfatizado la honda división que polariza a una membresía, decepcionada y desorientada, en medio de la confusión general que reina en México, en vísperas de cambios anunciados. Es precisamente por eso que los días que le esperan a Marko serán pesados.

Restituir la confianza en el partido es, seguramente, la primera de las tareas que corresponden al nuevo presidente, quien, además, requiere apartarse de las desviaciones que han lastrado al partido durante sus últimos años.

Hoy, el panorama político y social de México ha cambiado sustancialmente al dar un profundo vuelco al esquema de las preocupaciones nacionales. El mismo electorado ha cambiado, es muy distinto al de aquel 15 de septiembre de 1939, cuando Manuel Gómez Morin, prócer inigualable, fundó el partido en el Frontón México con el fin de conducir al país a la democracia.

La difusión de una mayor conciencia popular sobre los derechos ciudadanos, combinada con los brutales efectos de la demografía, ha hecho que se diluyan, como en todo el mundo, los paradigmas de los partidos políticos. La crisis de éstos es patente.

Gran parte de la confusión que pueda existir en el Partido Acción Nacional se genera por el hecho de que ya pasaron los tiempos en que el contrincante era un régimen presidencial institucional, despótico y arbitrario, que por sexenios enteros manipulaba a su placer y a todo nivel las elecciones del país.

Los avances de los instrumentos democráticos creados por la presión de las organizaciones de la sociedad civil han tenido por efecto que la función de la política se haya trasladado a atender campos y aspiraciones que comparten casi todos los actores del escenario electoral. No es fácil encontrar una filiación que no luche por los mismos logros, basándose en los valores innegables.

Esta situación hace que la lucha política, la campaña para conseguir afiliados activos, se vuelva más difícil. Los temas que se manejan son preocupación general y las promesas de campaña compiten por ser más osadas, y por lo tanto, más expuestas a no poder cumplirse. El discurso del PAN podría confundirse con el de otros centros políticos. El que haga valer su prestigio como adalid histórico de la democracia no basta.

Planteado así el asunto, el perfil de Morena, y el de su fundador, Andrés Manuel López Obrador, con sus múltiples y extensos planes de gobierno que desde ahora comienzan a ejecutarse, aparecen con nítida e inmejorable oportunidad. A diferencia de perderse en la indefinición de los inevitables temas de inseguridad, de corrupción y violaciones a los derechos humanos, que son las batallas sociopolíticas comunes a todos los actores, ahora se define una figura concreta conocida, es decir, el blanco que le hacía falta al PAN.

Toda la consideración anterior alude sólo a la acción restauradora de imagen que le urge a ese partido. Más importante es su capacidad, desde hace tiempo perdida, de partido político, de presentarle a una sociedad como la nuestra, fastidiada de falsas promesas y cansada de expectativas frustradas, un elenco completo de servidores públicos comprometidos al trabajo cotidiano de solucionar los cientos de problemas pendientes de atención: La pobreza y los factores que la producen, como la falta de sistemas de educación, salud, habitación, de empleo, servicios municipales, una judicatura responsable, apoyo a los mayores, actividades artísticas y deportivas. Así se ganará el apoyo popular.

El poder perdurable no está en las maniobras políticas, sino en el servicio tangible. En todo el mundo, la exigencia es la misma. La fidelidad a las necesidades del pueblo es el tema del siglo XXI.  Al PAN se le pasó el tiempo en introspecciones. Debe mirar hacia fuera. La coyuntura actual le hace provecho.

 

Consultor

juliofelipefaesler@yahoo.com

 

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