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Falta sazón

Juan Carlos Talavera

Juan Carlos Talavera

Vórtice

La gastronomía mexicana es uno de los temas que ha empujado Alejandra Frausto, titular de Cultura federal, desde el inicio de su gestión. Aún recuerdo que, en su primer acto oficial en Tlaxcala, 15 cocineras llevaron al evento mole con pollo criollo, pipián con puerco, quelites, pescado capeado, mixiotes de carnero, arroz, tacos placeros, pescado al temazcal y conejo en mixiote, luego de que anunciara el ambicioso y fallido Programa Nacional de Cultura Comunitaria.

Bajo esa idea, y en el marco del décimo aniversario de la declaratoria de la Cocina Tradicional Mexicana como patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por Unesco, el INBAL aportó su granito de arena con el recetario digital 60 recetas 60. La comida como patrimonio desde la pandemia (t.ly/g7Kh), convocado por Dolores Martínez y difundido por el instituto que dirige
Lucina Jiménez, un ejercicio lúdico que se quedó corto y que, por momentos, es el triste reflejo de la falta de oficio.

El planteamiento es interesante, aunque es más un compendio para principiantes como yo, quienes dudamos de entrar a la cocina, definida por Lucina Jiménez, titular del INBAL, como “templo del apapacho y de la memoria”, quien aporta su salmón salvavidas, pieza culinaria que cumple con los estándares de la improvisación y que podría reflejar su oficio al frente de la dependencia que encabeza.

Quizá la más desafortunada es la receta del pozole rojo, un golpe de muerte al corazón de la gastronomía nacional, pues no sólo plantea el uso de puré de jitomate sazonado que se vende en el supermercado, sino que se olvida las necesarias hierbas de olor (mejorana, laurel y tomillo) y de los huesos o carne para darle sabor al caldo.

Entiendo que es un registro pandémico, pero no tiene caso repetir platillos —como la tortilla de patatas y la costilla de cerdo con verdolagas— o incluir a Pável Granados, titular de la Fonoteca, quien no aporta receta. Ojalá que el concurso gastronómico ¿A qué sabe la Patria? tenga un mejor puerto.

Claro, no todo es tan malo. Ahí están los tamales de frijol omealca, el budín (no sé si azteca), los bocoles y apuntes literarios como el de Jorge F. Hernández y su hilarante ventresca de atún (atún, mayonesa, cátsup y mostaza).

Pienso que funcionarias y funcionarios deberían abandonar la cocina y dedicarse a resolver los pendientes de su gestión. Ya es hora de que aclaren si descubrieron la voz de Frida Kahlo, si sustituirán la concha acústica de Bellas Artes, y que asuman la infructífera defensa del Teatro Julio Jiménez Rueda, que espera un triste memorando de entendimiento para rescatar simbólicamente un espacio que ha quedado a su suerte. Y hay más: el Centro Scop, el Polyforum Cultural Siqueiros, la reubicación de la Dirección General de Publicaciones. Los pendientes se acumulan, así que zapatero, a tus zapatos.

APUNTE EFÍMERO

Ayer, la Alianza de Editoriales Mexicanas Independientes (AEMI) criticó las dos convocatorias recientes del gobierno federal que “no contribuyen a mejorar la situación actual de quienes se dedican a crear, editar y comercializar libros en México”.

La primera es donde de la SEP invitó a creadores visuales a ceder gratuitamente su trabajo. Y la otra, la del Premio Primera Novela 2021, impulsada por la Coordinación de Memoria Histórica, que pretende “promover la escritura y la industria editorial mexicana” privilegiando un único canal comercial: Amazon, con apoyo de los gobiernos de la CDMX, Coahuila, Chiapas y Tabasco, y VF Agencia Literaria.

En este sentido, y con mucha justicia, la AEMI afirma que ambas propuestas “revelan la ausencia de una política pública respecto del libro y la lectura en nuestro país que reconozca la difícil situación actual, agravada por la emergencia sanitaria”.

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