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Discriminación

Juan Carlos Sánchez Magallán

Juan Carlos Sánchez Magallán

La discriminación racial se ha registrado a lo largo de la historia como consecuencia de la conquista y dominación que han realizado los países o naciones predominantes. El concepto de raza se desarrolló en los imperios europeos, a causa de su sed expansionista, durante los siglos XVI al XX.

La colonización española en América clasificó a los habitantes en tres razas puras: blanca, negra e indígena, las cuales, al mezclarse entre sí, dieron forma al sistema de castas: mestizos, chinos, zambos, mulatos, etcétera.

Para evitar la discriminación, la Organización de las Naciones Unidas conmemora cada a los 69 africanos asesinados en 1960 en Sharpeville, Sudáfrica, al manifestarse en contra del apartheid, política de segregación impuesta por los blancos colonizadores que llegaron al continente africano.

Albert Ellis, terapeuta estadunidense, define el racismo como un mecanismo de prejuicios que surgen por conveniencia para discriminar, descartar, someter o dominar a otras personas, preferentemente sin tener remordimientos.

Dicho de otra manera, se trata de actos hostiles o favorables hacia una persona o un grupo de personas que pertenecen a un grupo social determinado, motivados por diferencias culturales y genéticas. Esto genera la percepción de inferioridad en unos y la superioridad en otros.

El racismo está íntimamente vinculado al clasismo, pues el statu quo es utilizado por algunos miembros de la escala social alta para diferenciarse de los segmentos medios y bajos de la sociedad, en función, principalmente, de los ingresos económicos. Por ello, para algunos, pertenecer al jet set o ser miembros de la nobleza les implica la imposibilidad de mezclarse con el pópulo.

Ciertamente, debemos aprender de las tragedias históricas para combatir la discriminación racial en todas sus expresiones, las cuales son consecuencia de las ideologías colonialistas o del supremacismo extremo.

Ahí esta la toma del Capitolio por supremacistas blancos ideologizados y alentados por el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, al negarse a reconocer su derrota electoral y pretender aferrarse al poder y a la silla presidencial de la Casa Blanca, y eso sólo por mencionar un ejemplo reciente.

El racismo es una ideología basada en la superioridad de una raza o etnia sobre otras y mucho se confunde con la xenofobia, la cual rechaza a los extranjeros por el odio y repugnancia que les produce, aunque ambas son discriminatorias.

Afortunadamente, tenemos en la persona del canciller Marcelo Ebrard Casaubon a un político experimentado, sagaz y culto, con un gran olfato para advertir posibles conflictos que se puedan presentar. Lo mejor de todo es que le gusta ir adelante, empujando los asuntos de la agenda nacional. Como liberal y progresista que es, practica con inteligencia los grandes principios de la historia de soberanía de la nación; sigue al pie de la letra nuestros principios constitucionales de no intervención, autodeterminación de los pueblos, igualdad jurídica de los Estados, respeto, protección y promoción de los derechos humanos para la conservación de la paz y la seguridad internacional.

Principios amalgamados todos en nuestra larga y rica tradición diplomática, desde la época de la Reforma y Revolución de México. Ahí están los extraordinarios cancilleres: Genaro Estrada, Alfonso García Robles, Isidro Fabela, Gilberto Bosques, Juan Antonio de la Fuente, Ignacio Manuel Altamirano, Melchor Ocampo e Ignacio L. Vallarta, quienes contribuyeron con su luminoso legado de servicios ejemplares a la nación.

 

 

 

En esta época de radicalismo y exacerbación de las ideas, sólo con tolerancia, inclusión, unidad y respeto a la diversidad en los gustos y preferencias de las personas, se logrará saldar conflictos, impulsando la culturización y equipamiento educativo de individuos y colectivos sociales. Sólo así lograremos un desarrollo pleno de las sociedades nacionales, ¿o no, estimado lector?

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