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Roma

Joselo

Joselo

CrockNICAS MARCIANAS

Chuchito tiene problemas. No tanto por el desabasto de gasolina, que sí le afecta, y mucho, pero no lo pone nervioso. Lo que lo tiene mal es Roma, la controvertida (o ya no tanto) nueva película de Alfonso Cuarón. Le ha traído más problemas a su vida que otra cosa en los últimos tiempos.

A Chuchito le encanta el cine. Suele ir seguido, tiene su tarjeta de cliente frecuente de las dos principales cadenas que hay en donde vive, la Ciudad de México. En la dulcería pide unas palomitas medianas y un refresco mediano, pero el vendedor le dice que el paquete grande cuesta sólo dos pesos más que el que pidió y Chuchito cae en la trampa, siempre. Compra entonces las palomitas más grandes y el refresco inmenso. Aunque al final de la función se arrepiente porque, o deja la mitad de todo, o peor, se lo acaba y la combinación de palomitas con gaseosa le causa problemas gástricos. Además, la cantidad de refresco que bebe durante esas dos horas le hace ir al baño a orinar con tanta urgencia que avienta a la gente que está frente a él cuando sale de la sala. Normalmente, va solo, o cuando pueden los dos, con su novia de toda la vida, le encantan esos momentos con ella. Bueno, le encantaban, hasta que se estrenó Roma.

“Estrenar” es un decir. En términos de Chuchito eso no fue un estreno, no estaba en todas las salas a las que suele ir. Su novia lo hizo viajar a un lugar lejísimos de sus rumbos para verla, pero todo sea por complacerla. Luego a la novia se le ocurrió ir a las diferentes funciones que dieron por toda la ciudad. Lugares que se adaptaron para la proyección, con sillas incómodas que a Chuchito no lo dejaron ver la película tranquilo. ¿Por qué verla tantas veces? Su novia le dijo que esta película no es de las que “entiendes” con una vez, para captar todo su significado hay que verla lo más que se pueda. Chuchito no sabe bien a qué se refiere, él ve las películas sólo una vez y ya.

Pero lo peor de todo, y es por lo que Chuchito está tan mal, es que su novia, y los amigos de su novia, que se han encontrado en las diferentes funciones, tienen la manía, que hasta parece obligación, de preguntarle qué le pareció la película. ¿Le gustó o no?, y todavía mas, ¿por qué?

Chuchito se queda frío. Él no va al cine para ver si una película le gusta o no, es buena o no, y desarrollar una disertación sobre ésta. Él sólo quiere pasar un rato viendo unos actores en la pantalla, que exista algo de acción, algo de drama, algo de risas. Pero si la película no se lo da, tampoco le causa ningún problema. El sólo hecho de estar en el cine ya es una satisfacción que lo relaja. ¿Por qué tiene que tomar partido? Nadie le preguntó si le gustó Venom,
o las de Rápido y Furioso, ni le exigieron una cátedra sobre ellas.

Y es que lo que más le cuesta en la vida a Chuchito es dar su opinión sobre cualquier cosa. No le gusta llevar la contraria y la mayoría de las veces toma prestada la decisión del de a lado o de la mayoría, es como un “Zelig”, ese personaje de Woody Allen, que al estar con, por ejemplo, unos afroamericanos, su piel blanca se va oscureciendo y sus facciones transformando hasta ser uno de ellos. Sí, tomar prestadas las decisiones de la mayoría le funciona, pero con Roma ¡no hay mayoría! La mitad de los amigos de su novia dicen que no les gustó y la otra mitad que es la mejor película del siglo. Lo bueno es que poco a poco los detractores están desapareciendo, gracias a que Roma ya ganó dos Golden Globes y está nominadísima en varios festivales. Lo único que falta para que Chuchito esté tranquilo es que gane el Oscar y la balanza se incline hacia el lado de que es una maravilla y nadie lo cuestione más.

¿Que qué piensa Chuchito del desabasto de gasolina, de la decisión de AMLO? No le pregunten, que sólo lo van a poner nervioso, pobrecito. Chuchito les dirá que lo que opine la mayoría está bien.

 

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