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Un medievo moderno

José Elías Romero Apis

José Elías Romero Apis

 

La elección estadunidense estuvo vacía de ideas, pero rellena de ocurrencias, plena de mentiras, colmada de ofensas, saturada de absurdos, atestada de farsas, repleta de reclamaciones y harta de impugnaciones. Qué triste y qué injusto para un pueblo noble, esforzado y crédulo de sus instituciones. Ésa es una recurrencia que se ha dado en todas las naciones y en todos los tiempos.

Una de las muchas carencias de la Edad Media fue la de ideas políticas. Así, también, nos ha tocado vivir en todo el mundo. En México, el más importante invento político de los recientes 60 años ha sido una credencial de elector. No un nuevo sistema de poder, sino un plástico con fotografía que sirve para todo uso diverso, a veces hasta para votar.

Las grandes transformaciones que se dieron, digamos entre 1760 y 1960, provinieron de ideas nuevas, innovadoras y novedosas. En ese entonces, el homo faber se convirtió en zoon politikon. Ya no fabricó herramientas, sino que construyó Estados.

Fue cuando inventamos la república, la federación, la democracia participativa, el constitucionalismo, el principio de legalidad, la equidad, las potestades restringidas, las libertades ampliadas, las garantías constitucionales, la separación de poderes, el presidencialismo, el parlamentarismo, la reforma liberal, la laicidad estatal, el estatismo social, la economía de Estado, la igualdad jurídica, los mandatos limitados y las autonomías gubernamentales.

Fue cuando instalamos la educación abierta, la libertad de trabajo, la seguridad social, la soberanía irrestricta, la abolición de fueros, la no intervención internacional, la autodeterminación nacional, la globalización política, la protección de los derechos humanos y mil cosas más que han mejorado la vida de los individuos y la historia de sus naciones.

Desde luego que no todos los países ni en todos los tiempos requieren de invenciones ni de innovaciones. Es frecuente que las naciones tan sólo necesiten conciencia, eficiencia, decencia, atingencia e inteligencia. Y todo esto no se inventa ni, mucho menos, se decreta.

No se requieren grandes innovaciones políticas para que trabajen bien la patrulla, la Tesorería, la clínica, la escuela o el autobús. No necesitamos genialidades para que funcionen bien la ventanilla, el bacheo o la alcantarilla. Serían innecesarias una reforma nacional del sistema de alumbrado o una alianza nacional de respeto a los semáforos.

Pero, por el contrario, para reubicar los sistemas de convivencia, como lo hizo Roosevelt con el New Deal; para establecer las concordias, como lo hizo Suárez con los Pactos de la Moncloa; o para reunificar a los enemigos, como lo hizo Adenauer con la comunidad europea, sí se requiere de la más alta inventiva ideológica y del más refinado pensamiento político.

Después de ese renacimiento-político de los siglos XVIII a XX, recaímos en una nueva esterilidad de ideas sobre el poder. Y es entonces cuando todos los pueblos debemos preguntarnos, ¿qué es lo que necesitamos? A veces una simple mejoría y, a veces, todo un cambio sin nostalgia, pero sin quimera. ¿Necesito que mi auto circule bien o necesito que vuele? Porque sólo así sabré si necesito un buen automóvil o si necesito un buen avión.

Creo que lo que hoy necesitamos es tan sólo que funcione bien nuestro cochecito. Que no haya corrupción dentro del gobierno y que no haya ratería fuera del gobierno. Que vaya bien la economía y no solamente nuestra hacienda. Que vaya bien la educación y no solamente nuestra escuela. Que vaya bien la salud y no solamente nuestra clínica. Que vaya bien la justicia y no tan sólo nuestro tribunal. Y que vaya bien nuestra política y no tan sólo nuestro gobierno.

La visión política incompleta nos arriesga a vivir en una Edad Media de alta tecnología. A instalar dinosaurios con computadora. A ser trogloditas cavernarios con tecnificada credencial de elector. A reverdecer la diligencia, el tranvía, el telégrafo, el galeón, la ballesta, el feudo, la tribu, el clan y la corona, creyendo que estamos inventando algo nuevo.

 

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