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Política a ciegas

José Elías Romero Apis

José Elías Romero Apis

Todas las ciencias tienen su forma de expresión. Si un economista nos dice que tuvimos un mal año, nos diría que decrecimos un 2% o un cuatro por ciento. Pero si un político nos quiere decir lo mismo, nos diría que 400 mil se quedaron sin empleo, lo cual a afecta a 1.6 millones ya con sus familiares, más a aquellos a los que los cesantes ya no les comprarán ni les pagarán.

Esto no quiere decir que uno hable bien y que el otro hable mal. Lo que significa es que el economista habla de cifras y el político habla de personas. Cada uno habla de lo que le preocupa y de lo que le importa.

Por eso, si un politólogo nos dice que el actual Presidente mexicano ganó las elecciones con el 53% de los votos, tal como sucedió, entendemos que es el legítimo Presidente de México. Pero si un político refinado nos advierte que eso mismo significa que el 47% de los mexicanos no querían que él fuera su Presidente, entenderemos que esa pequeña diferencia de 6% es tan precaria que podría variar, para su bien o para su mal, en tan sólo tres días o con tan sólo tres palabras.

Quien no ve todas las variables padece una miopía política. Pero peor es la ceguera política. La política sin medidores y sin mediciones es el más claro ejemplo de la política a ciegas.

Para ello no importa que nuestras medidas sean subjetivas, pero sí que se apliquen objetivamente. El que inventó el metro lo hizo con un criterio a su puro antojo. Escogió un diezmillonésimo de cuadrante de meridiano. Pero pudo haber escogido el Ecuador o el Trópico y nuestro metro ahora mediría como 120 o como 80 centímetros, según la elección. Pero lo importante es que, en cualquier caso, el subjetivismo de su selección nos ha dado el medidor tan objetivo que ahora aplicamos.

De nuestro metro habrían de emanar, primero, el litro para medir la capacidad. Después, el kilo, para medir el peso. El kilómetro por hora, para medir la velocidad. Y muchísimos más, incluyendo el año-luz, cuyo nombre parece una medida de tiempo, aunque es una medida de distancia.

A donde quiero llegar con esto es a la idea de que la aplicación objetiva de los medidores nos puede llevar a la precisión del cálculo político, no obstante la subjetividad de nuestras selecciones.

Hace algunos siglos, cuando alguien preguntaba la distancia a la que se encontraba el próximo poblado, le hubieran contestado que “como a tres días a caballo”. Es decir, el hombre medía las distancias con un calendario. Pero no nos burlemos de ellos porque, hoy en día, los hombres medimos los fenómenos políticos también con algo tan inútil como el calendario de mi relato.

Buena muestra de ello es la corrupción. Hoy, todas las organizaciones nacionales e internacionales, públicas y privadas, científicas y “marchanteras”, miden la corrupción con un medidor de percepción. Con encuestas, sondeos y cuestionarios pretenden medir la honestidad, calcular la moralidad y determinar la legalidad, que sólo pueden ser dictaminadas por el auditor, por el deontólogo o por el abogado.

Por eso, no sabemos la razón por la que rankean a Dinamarca en el primer lugar y a México en el 103. Será porque los daneses tienen un gobierno muy honesto o porque ellos son muy ingenuos. Será porque nuestro gobierno es muy ratero, que no lo sé, o porque 11 de cada 10 mexicanos así lo proclaman, que no lo dudo. Es decir, porque estamos midiendo la decencia pública con un aplausómetro.

El día que instalemos nuestros medidores podremos medir la corrupción de un tiempo a otro y de un lugar a otro. Sabremos si son más rateros los funcionarios daneses o los mexicanos, para saber dónde estamos. Los del régimen pasado o los del régimen futuro, para saber cómo vamos. Los de Veracruz o los de Guanajuato, para saber quiénes somos.

Cuando no vemos, preguntamos. Se llama encuesta. La medición objetiva y no el tanteo perceptivo es lo que nos evitará practicar de la política a ciegas. Es la única que nos librará de que, un mal día, por ceguera, el tuerto se vuelva rey, líder, jefe, cabecilla o capo, según que fuéramos nación, bando, banda, alzamiento o cártel.

 

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