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El planeta vacío

José Elías Romero Apis

José Elías Romero Apis

Hemos visto imágenes de las famosas calles de las principales ciudades, pero totalmente desiertas. El efecto es sobrecogedor. Por una parte, nos sugiere que un día futuro los humanos hayamos desparecido, casi de un día para otro. Pero, por otra parte, nos insinúa que siempre haya existido ese vacío porque los humanos realmente nunca hayamos existido.

Ninguno de los dos teoremas nos resulta grato. Los tarotistas dirían que la primera es una profecía y que la segunda es una adivinación. Que una se refiere a lo que nos va a pasar y que la otra se refiere a lo que nos ha pasado.

Porque los humanos tenemos que aceptar que no siempre resistiríamos un análisis severo, imparcial y objetivo. Hemos construido un mundo ambicioso, corrupto, cruel, rencoroso, insensible, envidioso y cínico. Eso puede hacer que, si pidiéramos una foto callejera con verdaderos seres humanos, nos surtieran la imagen de una calle desierta. No por soledad, sino por vacuidad.

Tan sólo pensemos, por un momento, en nuestra insensibilidad frente a la muerte. Cada año mueren como 60 millones de personas en el mundo, que son como 160 mil diarias. A casi nadie le importa. De esos, como un millón anuales son mexicanos. Es decir, casi 3 mil diarios. A casi nadie le duele. Las tres principales causas mexicanas son el corazón, la diabetes y el cáncer. A casi nadie le interesa. Tres mil mexicanos asesinados mensualmente casi no son tema de atracción.

Ahora, las cifras de lo actual nos han hecho reparar en nuestra indolencia, aunque los números mundiales, si bien son dolorosos, no cambiarán la estadística, pero quizá cambien nuestra visión. La contingencia mundial de salud nos ha hecho pensar en lo que sucederá cuando salgamos de esto. Si seremos mejores o peores. Si de algo nos habrá servido o si fue una experiencia desperdiciada.

En lo personal, no alcanzo a vislumbrar si seremos más humanistas o más materialistas. Si seremos más altruistas o más egoístas. Si remitiremos o reafirmaremos algunos de nuestros vicios, de nuestros pecados o de nuestras perversiones.

Si algo me queda en claro es que no habrá un género humano mejor ni peor que el que había hasta principios del 2020. En todo caso, que habrá algunos de los seres humanos que mejorarán, progresarán y se perfeccionarán, a partir de lo que estos días nos han dejado de miedo, de dolor, de incertidumbre, de muerte y de presagio.

Habrá quienes tomen lo vivido para convencerse del valor real de la vida, de la salud, de los cariños, de las virtudes y de las gracias que el destino nos regala. Que lo más valioso es lo que no cuesta. Que los verdaderos tesoros son los que nos dan honor, prestigio, sabiduría, gratitud, amistad, amor, salud, alegría, fe, esperanza y paz.

Pero, al mismo tiempo, que habrá otros que ni habrán cambiado ni cambiarán jamás. Habrá quienes salgan de esto bien convencidos de que la vida es breve, insolvente y frágil. Que hay que aprovecharla en el presente y no apostarle para el futuro. Que la vida se hizo para gozarla, no para cuidarla. Que hay que darle gusto al gusto, vuelo a la hilacha y carrera de punta a punta. También, así hacerlo con la salud, con el dinero y con el amor.

¡Sí! Después de esto, creo que algunos serán mejores. Espero que sean muchos. Otros, serán peores. Deseo que sean pocos. Y un tercer género que ya ni se acordarán dentro de unos cuantos meses. Desde luego, no pretendo que todos lleguemos a una conversión como la de Pablo. Eso es tan sólo el privilegio de unos cuantos elegidos e iluminados. Los demás somos, simplemente, “del montón”. De esa mayoría que no es premium, aunque tampoco es mínimum.

De esa multitud, cuya valía tan sólo reside en la solidaridad que pueda alcanzar con los otros de su propia especie y, así, un día llenar el planeta con verdaderos seres humanos. Que acepte que nadie es tan débil que no pueda ayudar a los otros y que nadie es tan poderoso que no llegue a necesitar de los otros. Bien lo dijo León Felipe, con precisión inigualable: “Lo importante no es llegar solo y primero, sino con todos y a tiempo”.

 

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